Salvador Simó siempre quiso contar historias a través de imágenes y eligió la animación para hacerlo. Durante años ha estado trabajando en algunas de las superproducciones de Hollywood más complejas a nivel visual, desde Las crónicas de Narnia a Piratas del Caribe, pasando por El príncipe de Persia o El libro de la selva, como miembro del departamento de diseño de efectos visuales. Sin embargo, cuando Manuel Cristóbal (productor de Arrugas o Memorias de un hombre en pijama), le propuso volver a España para encargarse de la adaptación del cómic de Fermín Solís Buñuel en el laberinto de las tortugas, no se lo pensó dos veces, sabía que era su gran oportunidad.

El proyecto, además, resultaba de lo más apasionante: adentrarse en la vida del gran Luis Buñuel, en sus obsesiones y en sus contradicciones y plasmar uno de los momentos profesionales más complicados de su carrera, cuando desencantado con el surrealismo se trasladó a España para filmar un documental que reflejara la miseria de una de las zonas más pobres del país, Las Hurdes, en Extremadura.

Lo primero que pensé fue: cómo voy yo a acercarme a Luis Buñuel. Y al final lo que me salvó fue el ángulo que aplicamos, porque, al fin y al cabo, es la historia de un joven director que está empezando, que ya sabe lo que es el éxito y el fracaso y que de pronto, se apasiona por un proyecto en el que de verdad cree. Y rueda un documental para cambiar el mundo, pero al final se da cuenta de que esa película lo han cambiado a él, cuenta Salvador Simó a EL PERIÓDICO.

TRAZO AUSTERO Y REALISTA

A través de un trazo austero y realista, la película nos introduce en las vicisitudes del rodaje de Las Hurdes (Tierra sin pan), en los problemas que fueron surgiendo, en el choque con la terrible situación que allí se encontraron, al mismo tiempo que se va perfilando la historia de amistad entre el Buñuel y Ramón Acín, que cumplió su promesa de producirle la película si le tocaba la lotería, cosa que casualmente sucedió. Yo creo que ese acto de generosidad te reconcilia en cierta manera con el género humano, ver que hay buenas personas, gente que cumple su palabra. La relación entre ambos es en realidad el corazón de la película.

En ella también se integran algunas visiones pesadillescas del cineasta que tienen que ver con su infancia y que lo acercan a sus demonios. En contraposición, cuando la cámara empieza a rodar en el pueblo, aparecen fragmentos del documental original, en blanco y negro, sirviendo como contrapunto a la animación para contribuir a fortalecer la dimensión de las imágenes. Redibujar los planos que rodó Buñuel en Las Hurdes, hubiera sido un sacrilegio.

Buñuel en el laberinto de las tortugas se presentó en el pasado Festival de Málaga y competirá en la Sección Oficial del festival de animación más importante del mundo, el de Annecy. Ya ha sido vendida a más de treinta países, por lo que su proyección internacional está asegurada. Un gran logro para el sector de la animación española independiente y para adultos, que el año pasado también obtuvo reconocimiento gracias a Un día más con vida, de Raúl de la Fuente.