La evolución galopante de los géneros, y el influjo de la tecnología, puede hacernos olvidar que las músicas que nos rodean siguen procediendo, en gran medida, de un lugar preciso, de esa área bañada por el Misisipí hasta su desembocadura en Nueva Orleans. Es el Río de la música al que Miquel Jurado ha vuelto una y otra vez, desde hace más de 30 años, y que recorre en un relato tranquilo y repleto de información que mezcla periodismo, musicología y literatura de viajes.

Un libro cuyo subtítulo establece coordenadas (Del jazz y blues al rock. Desde Memphis a Nueva Orleans), publicado por Ma Non Troppo, en el que Jurado, reconocido periodista musical barcelonés vinculado al diario El País, se ha movido por "el deseo de compartir", de modo que se considerará feliz si leyéndolo "alguien descubre a Charlie Patton o a Sleepy John Estes o llega a saber lo que era la música de los barberos-cantantes, haciendo sus armonías mientras manejaban aquellas afiladas navajas".

CARRETERAS SECUNDARIAS

El texto sigue el cauce fluvial a partir de dos ciudades fetiche, Memphis y Nashville, evitando la ruta principal y decantándose por la autopista 61 y su rastro de "pueblecitos en los que puedes encontrar actuaciones de músicos desconocidos, que trabajan por las propinas y te hacen pensar: 'Si esto lo meto en el Palau, arrasaría'". Jurado maneja información procedente de diversos viajes, ya sea en solitario o con su hijo Àlex o su amigo el periodista musical vasco-francés Robert Latxague. "Nunca había escrito algo tan personal", confiesa el autor, que escribió primero el libro y luego se decidió a ofrecerlo a una editorial.

Una de las constataciones es que músicas centenarias como el jazz y el blues siguen vivas, matizando la máxima de que el hip-hop y los modernos ritmos urbanos las han arrasado. Hay que marcar distancias con lugares como Bourbon Street, algo así como la Rambla de Nueva Orleans. "Se ha convertido en un centro de turistas japoneses, y locales como el famoso Preservation Hall hacen pases de 40 minutos, uno detrás de otro", observa. Pero es posible escuchar a músicos "genuinos". A veces, con apartarte solo unos metros basta. "Si quieres escuchar jazz tienes que ir a Faubourg Marigny, que está ahí al lado: sales del Barrio Francés, subes por la calle Frenchmen... Claro que hay también turistas, pero muchos menos". Pese a todo, Nueva Orleans "no es un museo" y cuando la Treme Brass Band sale a tocar por la calle "la gente se vuelve loca".

EL PRIMER ROCK AND ROLL

El rock and roll entra en juego conciliando el reconocimiento de su negritud con la atención a la figura de Elvis Presley. The fat man, de Fats Domino, y Rocket 88, de Ike Turner, son citados como probables puntos de anclaje de un género "que no inventó nadie porque resultó de la evolución del rhythmnblues y el woogie boogie". Y Elvis, si bien "los Panteras Negras lo criticaron, y entonces aún no se hablaba de apropiación cultural", fue defendido por Little Richard y Bo Diddley, "porque gracias a él su música se propagó". Hay apuntes minuciosos sobre lugares de culto de todos ellos, sin sentencias lapidarias, repartiendo juego y sin que el autor se las dé de gran descubridor. Jurado escribe con naturalidad y con ánimo de servicio, y su texto fluye brindándote un hallazgo tras otro e implicándote en su aventura.

La música más influyente del mundo viene del rincón más pobre de la superpotencia. Y dentro de ahí, del lugar más escalofriante, la explanada conocida como plaza Congo, de Nueva Orleans, donde los esclavos tenían permiso, los domingos por la tarde, para reunirse, cantar y bailar. "Todavía me emociono al pensarlo", desliza Jurado. Pero, aunque él ha ido uniendo todas las piezas para entender cómo cobró forma esta música, queda un cabo suelto, el más filosófico. "¿Por qué surgió? Hay algo místico, que se me escapa", medita. "¿Qué hace que los espirituales negros en lugar de cantar a Jehová pasen a hablar de prostitución y de dinero y que se conviertan en blues? Hay algo de magia ahí, no sé si blanca o negra".

Este río de la música asocia el canto y el ritmo al destino de las personas, a sus condiciones de vida, sus ocupaciones, su modo de relacionarse. Quizá con eso no haya bastante para capturar su misterio. Pero donde no llegue la historia escrita puede hacerlo la misma música, y por eso el libro tiene asociadas unas listas de Spotify abiertas que Jurado ha alimentado con devoción. No ha sido fácil ponerles límites. "Cuando me di cuenta ya llevaba 22 horas".