Los actos dementes de Calígula volvieron ayer al escenario del Teatro Romano de Mérida. Y lo hizo de la mano de la versión más contemporánea escrita por el francés Albert Camus, que presenta a un emperador al que no le falta ninguno de los atributos que le han hecho pasar a la historia como uno de los tiranos más desequilibrados del mundo clásico --depravado, enfermo sexual, loco, violento--, pero en el que al mismo tiempo se advierte a un ser humano que ha perdido la esperanza en su raza y que utiliza todo su poder como vía de escape.

El actor Sandro Cordero, que ya se ha metido en la piel del indeseable tirano en más de cien representaciones, consigue darle al personaje un atisbo de lucidez a los argumentos que componen la sinrazón de su comportamiento.

El quinto estreno del Festival de Teatro Clásico de Mérida congregó a algo más de 1.500 espectadores, lo que supone la mitad del aforo del monumento, una cifra nada despreciable teniendo en cuenta que se ha programado un miércoles, que la obra lleva más de un año sobre los escenarios de toda España, y que en el reparto de la compañía L´Om Imprebís no hay rostros conocidos para el público. En Mérida, lugar donde tenía previsto haberse estrenado hace un año, permanecerá hasta el próximo domingo.

En sus casi dos horas y media de representación, el texto se mantiene fiel a la obra de Camus, con un vestuario actualizado, aunque no abandona del todo la estética romana que el espectador espera encontrarse en este escenario.