Hace un par de semanas, Carles Santos plantó un piano de cola en un solar en obras de Barcelona y le sacó notas por encima del ruido de las excavadoras para denunciar que las autoridades culturales de la ciudad han dado la espalda a los artistas más transgresores. Ayer, el pianista y compositor ganó el Premio Nacional de la Música en la categoría de composición, el máximo galardón que otorga el Ministerio de Cultura. "De un extremo al otro, ¿no --comenta el artista--. Estoy contento, porque el Premio Nacional es lo máximo, pero no creo que me cambie la vida. Los premios nunca me han cambiado la vida".

EL Premio Nacional reconoce "su trayectoria nacional e internacional de más de 40 años trabajando en la composición, la dirección y tantas otras facetas en las que ha destacado como creador único y transgresor".

En una entrevista con otro artista, Quim Pujol, Santos contaba que todo empezó "por culpa de Brossa". Siendo ya un pianista de nivel, le pidieron que tocara para el poeta. Al terminar su interpretación, Brossa le espetó: "Muy bien, ya has tocado el piano, ¿y ahora qué?". La pregunta le abrió el camino de la creación total y, sin dejar nunca el piano, casó la música a su manera con el cine, el teatro, las artes plásticas y el sexo. Su estancia en Nueva York en los 70 y su relación con John Cage y el movimiento Fluxus acabaron de sentar las bases de su lenguaje único. Otra faceta suya es su humor gamberro, surrealista e infantil. Arganchulla arganchulla gallac , Tramuntana tremens , Sama samaruck suck suck o Brossalobrossotdebrossat , son algunos títulos de sus montajes.

El Premio Nacional también ha distinguido, en la categoría de interpretación, a José Luis Temes, "uno de los directores de orquesta más comprometidos con la música contemporánea".