Fiscales y jueces se enfrentan a una carrera contrarreloj para revisar las alrededor de 650.000 causas abiertas en España en seis meses en cumplimiento de la reforma procesal penal, bajo la amenaza de tener que archivarlas o verse forzados a abrir juicio sin suficientes pruebas.

Las asociaciones de jueces y fiscales coinciden en que la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que limita las instrucciones a seis meses para causas sencillas y a 18 para complejas, les ha puesto en un difícil brete, el de revisar cientos de miles de causas en un tiempo récord, hasta el 5 de junio, y prácticamente con los mismos recursos humanos y materiales.

"Es una falta de realismo increíble", resume Alvaro García, presidente de la Unión Progresista de Fiscales (UPF), que habla en boca del colectivo que sufre en primer lugar las consecuencias de la reforma. Y es que los fiscales son los que deben ahora revisar una a una todas las causas en fase de investigación, una labor para la que han contado con un refuerzo de tan solo 87 personas, por lo que prevén que tendrán que echarle muchas horas extras sin dejar de lado el día a día de las nuevas causas.

25 EXPEDIENTES A LA SEMANA "Son 87 personas más para acabar con el atasco de la Justicia en España", critica García, y recuerda la circular que envió hace unos días la Fiscalía General --que tuvo que anular ante las protestas--, en la que pedía a cada fiscal revisar 25 causas a la semana, cuando 25 calificaciones (escritos de acusación) es lo que hace un fiscal por mes, afirma.

Para García, con esta ley "inaplicable", se producirán dos problemas: el de las causas "incontroladas", es decir, casos abiertos guardados en algún rincón del juzgado de los que no hay registro informático y se archivarán de facto, y los propios plazos de instrucción cerrados y poco realistas. A modo de ejemplo, un exhorto a un juzgado de Málaga tarda cuatro meses en contestarse, una comisión rogatoria a Suiza puede tardar fácilmente un año y un informe psicosocial, seis meses. "No debemos asumir estos riesgos, porque el día que pase un caso Mariluz o un Gürtel que no podamos perseguir, nos echaremos las manos a la cabeza", opina el fiscal.

LOS SIGUIENTES, LOS JUECES Los jueces serán los siguientes afectados. Cuando informe el fiscal de cada caso --explicando si es simple o complejo, si se necesitan más diligencias o si debe ser archivado o mandarse a juicio--, ellos deberán decidir qué hacer con la causa. Manuel Almenar, presidente de la Asociación Profesional de la Magistratura, reconoce que supondrá más carga de trabajo, pero cree que no quedarán causas impunes porque los jueces harán los esfuerzos necesarios para que no ocurra "a costa de tiempo libre o la dedicación por entero".

Como el resto de asociaciones, Almenar opina que esta reforma se tenía que haber hecho contando con ellos y que el modelo de instrucción penal tendría que simplificarse con medidas como la limitación de los recursos que pueden presentar las partes y que colapsan los juzgados.

Raimundo Prado, presidente de la Asociación de Jueces Francisco de Victoria, cree que "el trabajo al final se hará, pero a costa de mucho sacrificio personal que la gente no valora" y sin ningún tipo de contraprestación. Más pesimista es Conrado Gallardo, que preside el Foro Judicial Independiente: "El legislador legisla como si un juez llevase una causa cada día y la realidad es que lleva cientos a la vez. Es como jugar a los platos chinos, tratando de mantenerlos todos girando", explica.

Para Gallardo, los efectos de la reforma se verán en un año, cuando tengamos "decenas de miles de causas sobreseídas, delitos que no se persiguen y un aumento de la criminalidad". Entonces, dice, "será cuando los políticos se darán cuenta".

La reforma es fruto, denuncia Gallardo, de un Gobierno del PP que se enfrenta "en un momento dado a un problema concreto: que las causas que afectan a políticos duran mucho tiempo y los mantienen en la picota", una manera de legislar que, según remarca, tiene consecuencias negativas como estas.