Todos los que esta semana se hayan sentido decepcionados con el repaso anual al álbum de estampas catastróficas del 11-S tienen una cita en la cartelera: Asalto al poder , que se estrena hoy (incluidos los cines de Cáceres, Badajoz, Mérida, Almendralejo, y Don Benito), ofrece a los amantes del cine de acción con intrigas terroristas la posibilidad de ver la cúpula del Capitolio saltando por los aires, el avión presidencial estallando en pleno vuelo y la Casa Blanca siendo reducida a escombros a cañonazo limpio.

Sobre todo disfrutarán con esto último, pues la mayoría de los 130 minutos que dura la cinta transcurren en el icónico edificio de Washington, como anuncia su título original: White House down . Un aspirante al servicio secreto del presidente (Channing Tatum) deberá proteger al líder de Estados Unidos (Jamie Foxx) de una banda de paramilitares que ha tomado la Casa Blanca con malvadas intenciones.

REPAROS Esta es la tercera vez que el realizador Roland Emmerich arrasa la residencia del hombre más poderoso del planeta: la borraron del mapa sus extraterrestres de Independence Day y estrelló contra ella un portaviones en su apocalíptico 2012 . Consciente de la reiteración, el director alemán llegó a la presentación de la cinta en Madrid con dos respuestas aprendidas para justificar su fijación. "Es una casa preciosa, tiene un gran aspecto envuelta en llamas", alegó en la versión distendida antes de mostrar sus verdaderas cartas: "En realidad, cuando me enseñaron el guion tuve reparos. No quería volver a hacer lo mismo, pero la fuerza de los personajes principales acabó convenciéndome", explicó flanqueado por Foxx y Tatum.

Poco amigo de los castings, el director reconoce que pensó en estos actores tan pronto como aceptó hacerse cargo del proyecto. Cada papel tiene su aquel en la película. Para Tatum, el mayor reto consiste en mantener el tono dramático sin acabar confundido con un acróbata, dado el despliegue físico que ha de realizar para esquivar las balas de los terroristas a la vuelta de cada esquina en los pasillos y estancias de la Casa Blanca. "Ha sido un trabajo muy exigente, de hecho llegué a hacer entrenamiento militar. A fin de cuentas, mi cuerpo es un instrumento más de interpretación", razona.

PARECIDO CON OBAMA Por su parte, Jamie Foxx corre el riesgo de ser comparado con el actual inquilino de la Casa Blanca más de lo deseable. El propio intérprete reconoce haberse inspirado en "el Obama del yes we can " para armar su personaje y en la sala de prensa, donde logró arrancar algunas carcajadas con su imitación del movimiento de manos del presidente, se atrevió a compararse en broma con otros líderes afroamericanos de la ficción que le precedieron en la gran pantalla: "Morgan Freeman habla más alto y rápido, Danny Glover lo hace entre susurros", dijo copiando entre risas las voces de los otros actores.

La propia Casa Blanca es un personaje más de la película, si no el principal, y recorrer sus habitaciones, aunque sea para ver cómo son barridas a balazos, añade morbo escénico a la trama. Para rodar el ficticio ataque terrorista, Emmerich mandó recrear a las afueras de Montreal (Canadá) más de la mitad del complejo residencial, incluida la piscina, los jardines, las alas Este y Oeste y el mismísimo despacho Oval. Hasta los túneles que servían para conducir secretamente a Marilyn hasta los brazos de JFK, según la leyenda, aparecen en la película.

En el trasfondo de la historia, ahora la amenaza no viste turbante, sino que se llama industria armamentística norteamericana, para la cual un presidente tan pacifista como el que encarna Foxx es un peligro que bien merece un magnicidio. Con este planteamiento, resulta inevitable que la actualidad política se cuele en el lanzamiento de la cinta. Aunque define a Obama como "un hombre de paz", Roland Emmerich cree que "a los dictadores no se les puede dejar hacer según qué cosas", en relación al conflicto sirio y el posible ataque estadounidense.

Que los malos no tengan esta vez acento de Oriente Próximo, sino de Oklahoma, añade verosimilitud al guion, según el realizador, para quien el gran enemigo de Estados Unidos no está fuera, sino dentro. "Me cuesta imaginarme a Norteamérica invadida por un país extranjero. En cambio, aquí ya hubo una guerra civil. Podría volver a repetirse", avisa. Emmerich nació en Stuttgart (Alemania) en 1955 y no empezó a rodar en Hollywood hasta los 90. Esta distancia le permite asombrarse aún de vivir "en un país donde hay gente que se cree con derecho a actuar con violencia". Su cine está lleno de explosiones y desfiles de armas, pero al otro lado de su cámara late un pacifista.