Ya que las dos entregas de La momia se le quedaron pequeñas en cuanto a figuras clásicas del género de terror se refiere, el realizador Stephen Sommers ha diseñado con Van Helsing un auténtico cóctel de monstruos fantásticos que nada tiene que envidiar a aquellas películas de la Universal en las que convivían Drácula, la criatura de Frankenstein y el hombre lobo.

Contra los tres mismos personajes batalla el protagonista de Van Helsing, un tipo ataviado como La Sombra --sombrero de ala ancha calado y pañuelo negro en la boca--, contratado por la iglesia como el mercenario de Vampiros , de John Carpenter, y cuyo nombre es idéntico al del profesor que perseguía al conde Drácula.

El prólogo del filme, en blanco y negro, es un homenaje descarado e impoluto al final de El doctor Frankenstein , de James Whale. En la secuencia de la fiesta en la gótica mansión, Sommers le rinde tributo al Polanski de El baile de los vampiros y hasta hay referencias a otro filme de terror que nada tiene que ver con éste: los descendientes de Drácula están almacenados en una especie de huevos viscosos idénticos a los de las criaturas de Alien .

UN COCTEL INDISIMULADO Van Helsing es pues un indisimulado cóctel de figuras arquetípicas y homenajes previsibles, entre los que también se cuela una inocua referencia a la serie del agente secreto James Bond.

Carl, el fraile ayudante de Van Helsing, es una especie de agente Q capaz de suministrar a sus agentes ametralladoras de nuevo cuño, bombas, ballestas sofisticadas y un repertorio de utensilios más acordes con un cazavampiros, como agua bendita, ristras de ajos y crucifijos.

La película no carece de ritmo y cierto fulgor escénico. Pero el filme resulta más propenso al videojuego en sus pasajes finales. Y la actriz Kate Beckinsale, la heroína de Van Helsing , hace doblete: en la reciente Underworld ya protagonizó una historia de vampiros y licántropos.