La plaza de los Golfines tiene denominación propia aunque aparentemente sea una parte de la plaza de Santa María. Es ese espacio en el que se encuentra el palacio de los Golfines de Abajo y, casi pegado a él, el edificio objeto de mi interés, que fue sede de la Unidad de Carreteras del Ministerio de Fomento y ahora está deshabitado. Al otro lado del palacio de los Golfines, auténtica joya de este rincón, se encuentra la Diputación Provincial, con fachada principal a la plaza de Santa María, que también tiene cierto protagonismo en esta breve historia. Frente al palacio hay un cuarto edificio, con el que se completa la configuración de la minúscula plazuela.

En el año 1872, Alejo Leal y Teodora Ramos, maestros ambos, se instalaron en la casa que existía donde años después estuvo Fomento. En la vivienda, que era amplia, montó Alejo una academia, destinada al principio a Primera y Segunda Enseñanza, que fue ampliando su oferta. Los alumnos en régimen de internado y de media pensión debían estar exentos de toda enfermedad contagiosa, según las normas del centro. Acerca de los internos, se añadía que tendrían que llevar obligatoriamente cama con tres mudas, catre de hierro, palangana y jarro de metal, bacinilla, espejo, peines y cepillos para estos, para la ropa y calzado y cubierto decente.

Habría muchas anécdotas que contar acerca de este centro de enseñanza y de Alejo (bautizado así por haber nacido el día de San Alejo), de quien muchos de sus descendientes han heredado el nombre. Alejo se cambió de domicilio tras morir Teodora en 1893 por fiebres tíficas, después de haber vivido veinte años en ese rinconcito de la parte antigua. En la casa habían nacido sus cuatro hijos: Teodora, que falleció casi adolescente víctima de la epidemia de gripe rusa, León, Juan y Francisco (muerto al poco de nacer). Así pues, solo dos de sus hijos acompañaron a Alejo cuando dejó la plaza de los Golfines. Por motivos que desconozco, la casa se derribó a principios de los años sesenta del siglo XX y en el solar que quedó se levantó la que existe actualmente.

El pintor Victoriano Martínez Terrón inmortalizó en 1962 ese derribo con una acuarela en tonos ocres y grises, que adquirió mi familia, datada en las mismas fechas que una fotografía del edificio casi derribado que se conserva en el Archivo Histórico Municipal. Ambas imágenes constituyen un documento valioso por cuanto atestiguan que la casa es de construcción reciente, a pesar de su cierta apariencia de antigüedad.

Para entender la configuración de la fachada del nuevo edificio hay que remontarse a unos siglos atrás. El obispo Pedro García de Galarza (1538-1604) mandó construir un seminario en lo que eran entonces las afueras de la ciudad (el final de la calle Parra). Luego fue destinado el inmueble a cuartel de infantería y a escuela.

Una ‘cacicada’

A pesar de estar catalogado como Monumento Histórico Nacional, en 1969 se derribó el viejo seminario por decisión del alcalde de Cáceres Alfonso Díaz de Bustamante. Fue derruido, ilegal e impunemente, para construir un mercado. Esta ‘cacicada’ se realizó al estilo más miserable que cabe imaginar: tachando con lápiz un párrafo del informe técnico en el que se especificaba expresamente el valor histórico del edificio. Por suerte ese documento ‘delator’ existe: María JesúsTeixidó lo rescató en su tesis doctoral.

La portada principal del seminario se colocó en la fachada trasera del Palacio Episcopal, en la calleja que va del arco de la Estrella al palacio de Moctezuma, y ahí continúa. Una puerta que nunca ha cumplido su misión, ya que tras ella, como se observa desde fuera, hay un muro de ladrillo.

Además, con restos del claustro del viejo seminario se construyó una portada para la sede de la Diputación Provincial (antiguo convento de Santa María de Jesús), que había sufrido ya numerosas reformas. Y la fachada de la nueva casa que se construyó donde antes estuvo la de Alejo y Teodora se adornó también con elementos del claustro del antiguo seminario. Ello es lo que da ese pretendido aire de ‘antigüedad’ al edificio, que hace pensar en fechas más remotas para su construcción… Un pastiche en toda regla.

En mayo del año pasado, esta casa fue adjudicada a los propietarios del Hotel Atrio en subasta pública de bienes del Estado. Desconocemos cuál será la oferta del nuevo local, destinado al turismo de élite económica. Podrían ser unos servicios de alto nivel, unos baños árabes, un gimnasio, un espacio para reuniones... Estos eran los posibles usos y servicios que se mencionaban en la prensa local en las fechas de la subasta.

Con esta oferta son ya tres los nuevos establecimientos turísticos que se proyectan para la parte antigua y aledaños. Los otros son el Palacio de Godoy y el de Abrantes, en la plaza del Duque, sin contar con el reciente Complejo Turístico Casa del Sol, que al principio se anunciaba como centro poco menos que cultural y social, para devenir al final en establecimiento de restauración básicamente. El del palacio de Godoy es ya propiedad de un grupo inversor peruano que quiere transformarlo en hotel y restaurante de lujo. Por su parte, el palacio del Duque de Abrantes ha sido adquirido por una empresa que es propietaria ya de tres establecimientos de hostelería en el centro de Cáceres.

Para terminar, y en relación con estos proyectos en curso, recomiendo ver el vídeo ‘El hotel de lujo de Godoy: ¿Una metáfora de la desigualdad dominante?’, disponible en YouTube, donde se analiza el fenómeno de la gentrificación de nuestro centro histórico. El turismo no es ocio sino industria, con su consiguiente impacto socioeconómico, y como tal ha de ser tratado. No sabemos qué pasará con todo esto. De momento me conformo con recordar el pasado, que es mi única certeza.