Mientras el jurado del Premio Cervantes fallaba ayer que Juan Marsé, el chico de barrio de la literatura española, era el galardonado de este año, "por su capacidad de reflejar la España de posguerra", el escritor ya había decidido de buena mañana que excepto no ir a hacer sus largos habituales en la piscina cercana a su casa en pleno Eixample, todo iba a continuar exactamente igual. Por eso, la mañana del día en la que le iban dar el nobel de la literatura hispanoamericana --aumentado este año a 125.000 euros-- se puso a resolver un complicado capítulo de la novela que, ya muy avanzada, tiene entre manos y a primera hora de la tarde se fue a ver a su cardiólogo --el corazón le ha dado algún susto-- a una revisión rutinaria, como estaba previsto También tiene el Premio Extremadura a la Creación 2004 a la mejor obra de autor iberoamericano.

Como el doctor Massip le notó un poco acelerado, Marsé, a quien le gusta hacerse el duro, aunque en el fondo no lo sea tanto, tuvo que confesarle que mientras le auscultaban era posible que ya fuera el cervantes 2008 porque su nombre suena desde hace un lustro para la distinción. "Si le premian no se olvide de decir que yo le he salvado la vida", bromeó el doctor.

La siguiente escena se desarrollaba en casa del escritor, dos horas largas después del fallo, cuando la esposa de Marsé, Joaquina, veía como poco a poco se le iba llenando la casa de periodistas en una situación que hubiera hecho las delicias de Luis Berlanga. "No, no tiene móvil. Se compró uno hace años pero se le olvidó el pin y lo abandonó en un cajón". Así que el autor de Ultimas tardes con Teresa no supo que era el feliz ganador hasta llegar a su domicilio. Allí se había trasladado su hija, Berta, también escritora. Entre las numerosas llamadas de amigos y medios de comunicación, casi todas interrumpidas porque la línea no acababa de funcionar, desde el Ministerio de Cultura se quedaron con las ganas de darle la noticia. Poco antes el ministro, César Antonio Molina había escorado el premio hacia su aspecto más político diciendo que "Marsé ha contribuido a la defensa en Cataluña de una lengua que hablan 500 millones de personas"

RECUPERAR RECUERDOSMás tarde, interrogado por ello. Marsé, como para rebatir esa fama de arisco que arrastra y con toda la paciencia del mundo, repitió lo que lleva casi 50 años diciendo: "Defiendo el derecho a escribir en la lengua que me de la gana, pero no quiero hacer bandera de ello. Escribo en castellano para recuperar los recuerdos personales que tienen que ver con mi ciudad". Por eso, su próxima novela aún sin título, que editará Lumen, sucederá también en Barcelona, como todas las suyas. Marsé se sabe una rareza, y lo reconoce, pero ayer estaba feliz, aunque su rostro de boxeador tierno tendiera al autocontrol, a lo Robert Mitchum.