Los dos autores se conocieron en el equivalente del premio Herralde de 1847. Uno era el autor más importante de Inglaterra, el otro era guionista pro-bono del futuro canon Disney. Andersen le babeó allí mismo a su ídolo que le consideraba "el mejor escritor de su tiempo". No sabemos qué contestó Dickens pero, como puede decirles cualquier escritor, es imposible sentir rechazo hacia un fan (es como cuando te enterabas de que le gustabas al adefesio de la clase, quien de golpe mutaba en irresistible Venus). Dickens fue solícito con el pelotillero danés, incluso le dedicó libros.

Ese gesto acabó de decantar el fanatismo de HCA hacia la obsesión sicótica, que se iría agravando en nueve años de correspondencia. Para cuando Dickens le invitó a pasar unos días en su casa de Kent, en 1857, HCA estaba de lleno en modo Ann Wilkes, la fan chalupa de 'Misery', solo que sin las intenciones homicidas.

Decir que la visita fue mal sería quedarse corto. HCA decidió, la primera mañana, espetarle al anfitrión que en su país era tradición ser afeitado a diario por uno de los hijos de la casa. Dickens, contrariado, le apañó una visita al barbero local. A los pocos días uno de los librillos de cisnes de Andersen recibió una mala crítica, y el autor se derrumbó llorando, literalmente, en el jardín. Delante de toda la familia. También se quejó de que su habitación era "fría" y escribió en su diario que la Reina Victoria le hacía más caso a Dickens que a él (pues nuestro Iznogud danés anhelaba ser Dickens en lugar de Dickens). Luego defecó por error en el cesto de la ropa sucia.

No, esto me lo acabo de inventar. Pero lo anterior era cierto. Para colmo, contra toda lógica (y decoro), Andersen se enquistó allí cinco semanas.

Dickens esperó a que el "tedioso saco de huesos" (como le llamaría su hija Kate) se marchase (lloró al despedirse, por cierto). Entonces escribió en el espejo de la habitación de invitados: "Hans Andersen durmió en esta habitación durante cinco semanas, a la familia nos parecieron SIGLOS!". Fue diciendo por ahí que Andersen "hablaba inglés como un alumno sordomudo" y que "cada vez que íbamos a Londres se hacía un lío terrible con los taxis y el jerez, y ya en casa se ponía a recortar papel en patronesy confeccionaba pequeños ramilletes en el bosque".

HCA recibió una última carta de Dickens. En ella su ídolo se despedía para siempre de él con la calidez de un casquete polar. Dickens, a su vez, no desaprovechó la visita del 'guest from hell' y le utilizó de modelo para el pelotillero Uriah Heep, de 'David Copperfield'. Todos contentos. Excepto Andersen.