Su canción más popular, ‘Aline’, arrasó en los guateques del verano de 1965 y marcó su rumbo como creador popular, si bien su carrera trascendió la liga del ‘hit’ para entregar álbumes caudalosos y poéticos. Una discografía con una veintena de títulos configura el legado de Christophe, cantante y compositor fallecido el jueves 16, a los 74 años, de un enfisema pulmonar.

‘Aline’ le popularizó a los 19: un cántico desconsolado por el amor perdido (“dibujé / sobre la arena / tu dulce rostro / que me sonreía / Después llovió...”) asentado en una cadencia de blues y envuelto en cuerdas orquestadas por Jacques Denjean (el futuro arreglista de ‘L’àguila negra’, de Maria del Mar Bonet). Se vendió un millón de ‘singles’ (y otro más en su reedición de 1979). Christophe, cuyo nombre real era Daniel Bevilacqua, registró otros éxitos tempranos, como ‘Les marionnettes’ y ‘J’ai entendu la mer’, en aquel contexto de ‘le yéyé’, y firmó la banda sonora de ‘La route de Salina’, de Georges Lautner.

Adoptó un estilo más intimista, no exento de tirón popular, en los álbumes ‘Les paradis perdus’ (1973) y ‘Les mots bleus’ (1974), con aportaciones líricas de un veinteañero Jean-Michel Jarre. Y desapareció largas temporadas del ojo público hasta su regreso con ‘Bevilacqua’ (1996), obra sustanciosa en la que experimentó con sonidos electrónicos. Nuevo faro de una carrera que intrigó a las sucesivas generaciones, como reflejó ‘Christophe etc’ (2019), encuentro con voces como Étienne Daho, Camille y Sébastien Tellier.