Cuando pase todo esto, ¿qué va a pasar con el cine? Considerando que el negocio de las películas ya estaba herido, ¿será el impacto causado por el covid-19 su estocada definitiva? Por de pronto, la agenda cinematográfica del 2020 ya ha sido en buena medida desmantelada: el estreno de casi todos los blockbusters veraniegos se ha pospuesto, títulos que tenían previsto aspirar a premios no estarán listos a tiempo y muchas de las alfombras rojas habituales ni siquiera serán clavadas al suelo este año. Y, cuando las salas abran -las que abran- con capacidad reducida, ¿a cuánto público lograrán atraer? En el seno de la industria existe la sensación de que la producción, la distribución y la exhibición de películas experimentarán alteraciones permanentes a causa de esta crisis porque, en realidad, la pandemia no ha hecho más que intensificar cambios que ya estaban en marcha. Sí, el cine volverá a la normalidad tarde o temprano pero, ¿a qué se parecerá la normalidad después del virus?

GUERRA ABIERTA

La invasión del cine en ‘streaming’

El año pasado, las películas recaudaron mundialmente en taquilla un total aproximado de 42.000 millones de dólares. Es un máximo histórico pero, aun así, el público gastó más en plataformas de streaming, unos 53.000 millones. Y es probable que la pandemia acelere tanto la pérdida de peso de la experiencia cinematográfica tradicional en el mercado del entretenimiento como el incremento de confianza de la gente en servicios de vídeo bajo demanda, especialmente considerando que estos últimos componen un grupo cada vez más nutrido y que, de nuevo, tras la crisis seguirán abiertas muchas menos salas.

En buena medida gracias a la estrategia de expansión seguida por empresas como HBO y Netflix -produciendo televisión de calidad cinematográfica en el caso de la primera, financiando los nuevos trabajos de autores como Martin Scorsese y Alfonso Cuarón en el de la segunda-, ver películas y series de estreno por la tele ha ido ganando legitimidad, y esa es una dinámica que seguirá agudizándose.

Apenas siete meses después de su apertura, la plataforma Disney+ ya ha superado los 50 millones de suscriptores incluso antes de desembarcar en China; y HBO Max, servicio de streaming cuya oferta incluirá todo el archivo cinematográfico y televisivo de Warner Bros, verá la luz en Estados Unidos a finales de este mes -su expansión al resto del mundo empezará en el 2021- y confía en alcanzar los 90 millones de usuarios antes del 2025. Películas como Artemis Fowl o Los tortolitos, producidas por grandes estudios de Hollywood, llegarán al público en las próximas fechas directamente online sin pasar paralelamente.

LA EXPERIENCIA

¿En tu casa o

en la sala de cine?

Es cierto, por otra parte, que ver una película en una enorme habitación oscura llena de extraños es lo opuesto a hacerlo frente a la tele, con la nevera a dos pasos y revisando Instagram de vez en cuando. Cuando el cine se ve desde el sofá, lo grandioso parece más pequeño, el melodrama se nota impostado y los sustos, incluso con la luz apagada, se hacen risibles; ni la trama más llena de suspense es capaz de evitar que el espectador pulse el botón de pausa si necesita ir al baño. ¿Significa eso que las plataformas de streaming privilegiarán la producción de películas ligeras y poco exigentes? Veremos.

Históricamente, los festivales de cine han sido esenciales para el funcionamiento de la industria. Es en ellos donde las buenas películas empiezan a hacer carrera, donde nuevos artistas son descubiertos, donde profesionales del sector llegan a los acuerdos que garantizarán la producción futura. El más importante de todos ellos, Cannes, estaría celebrando justo en estos días su 73ª edición de no ser por el virus. Su director, Thierry Frémaux, prefirió tomar la drástica decisión de cancelar antes de siquiera plantearse la posibilidad de un certamen en línea. El streaming no es cine, asegura.

¿FUTURO ‘ONLINE’?

¿Cómo serán los festivales?

La intención de Cannes es compensar su ausencia contribuyendo a la programación de los próximos festivales en el calendario del año. Pero, ¿qué festivales? Aunque la Mostra de Venecia tiene previsto abrir su 77ª edición el 2 de septiembre, que la golpeada Italia esté lista para ello es tan improbable como que actores, directores, productores y periodistas estén dispuestos a acudir al certamen por muchas medidas de seguridad que se tomen; eso explica que sus responsables, Roberto Cicutto y Alberto Barbera, hayan estado explorando la idea de organizar una sala de cine virtual para aquellos periodistas extranjeros que no puedan desplazarse, y la de celebrar ruedas de prensa por videoconferencia.

Por lo que respecta a Toronto, que acostumbra a tener lugar justo después, sus responsables ya han anunciado su disposición a recurrir al streaming tanto como sea posible y necesario. Digan lo que digan sus organizadores, la celebración de otros certámenes como San Sebastián, Nueva York o Sitges sigue en el aire. Mientras tanto, el éxito indiscutible cosechado hace solo unos días por el D’A Film Festival de Barcelona en su primera edición online sugiere que, al menos a una escala menor, estos eventos sí pueden tener una vida virtual aunque, eso sí, despojada del lujo y las fiestas regadas de espumoso que, por ejemplo, han contribuido a convertir Cannes en leyenda. Sea como sea, todo el tiempo que Frémaux y sus homólogos tarden en asumir que el streaming ha llegado para quedarse es tiempo perdido.

PELÍCULAS EVENTO

Los Oscar se abren al ‘streaming’

La Academia de Hollywood informó hace días de que, cara a la próxima entrega de los Oscar, las películas estrenadas en plataformas de vídeo bajo demanda sin pasar antes por los cines serán por primera -y única- vez elegibles para las nominaciones; también los próximos repartos tanto de los premios Goya como de los premios de la Academia del Cine Europeo se regirán por esa regla.

Es una medida de gran importancia simbólica; en los últimos años, recordemos, las películas producidas por Netflix con la mirada puesta en la estatuilla han sido obligadas a pasar por las salas de cine al menos unos días antes de estar disponibles en streaming, a pesar de que ello contraviene la política comercial de la empresa. Resulta tentador suponer que el cambio tendrá efectos a más largo plazo aunque ahora se diga que es excepcional. Una vez la pasta de dientes ha salido del tubo, es imposible meterla de nuevo.

La pandemia ha causado retrasos tanto en el estreno de películas que ya estaban completadas (Sin tiempo para morir, el último Bond, por ejemplo) como en la producción de las que aún no se han empezado -retrasos que, sin duda, repercutirán en los calendarios cinematográficos del 2021 y el 2022-, aunque hay valientes aún dispuestos a estrenar en salas este mes de julio, como Christopher Nolan con Tenet.

En cualquier caso, los cambios más profundos en la manera de hacer cine están por llegar. Netflix y Amazon se convertirán en punta de lanza de la creación de ficción audiovisual; el único estudio de Hollywood que les hará sombra es Disney. El resto de majors tomarán aún menos riesgos, lo que significa que invertirán casi exclusivamente en blockbusters. Y, tal vez, con el tiempo esas películas-acontecimiento serán las únicas que no se estrenarán directamente en streaming. Ir a verlas al cine será algo parecido a ir de concierto: una forma de ocio más especial, sí, pero también más cara y menos habitual.