¿Cómo educar? Esta es la pregunta que reiteradamente ha afrontado el cine en determinadas películas que han hecho del aula el centro de su reflexión. ¿Qué hay de común y de diferente entre ´Semilla de maldad´, que hoy se proyecta en el centro Alcazaba de Mérida, y ´La clase´, del francés Michel Cantet, uno de los últimos títulos sobre este asunto? Cuando Richard Brooks rodó la primera, con Glenn Ford como aprendiz de maestro enfrentado a un grupo con alumnos conflictivos, la juventud empezaba a romper amarras. El rock emergía y un espíritu de rebeldía juvenil se palpaba en Estados Unidos. Y esto lo reflejó el filme. Durante un curso, vemos cómo Ford intenta educar a sus alumnos y pone su empeño con un espíritu nada vengativo ni punitivo. En las aulas de esta película hay diálogo, hay comprensión, hay autorreconocimiento de los problemas por parte de los alumnos, que viven de forma convulsa su adolescencia. Para llegar al fin que se propone la educación se producen, naturalmente, conflictos, peleas. Si en ´La clase´, alumnos y profesor, intenta llegar a un punto de confluencia, en ´Semilla de maldad´, es el docente el que intenta atraer a sus pupilos al lado de la senda correcta, librándolos del peligro de caer en la delincuencia.