De la mezcla de las palabras inglesas enfermo (sick) y enfermizo (psicko) se deriva el título de la última película de Michael Moore, ´Sicko´, algo así como un mal estado de salud enfermizo. Y ese mal estado es el de la sanidad norteamericana en versión Moore. Esa versión, ya se sabe, está construida de trazos gruesos, de manipulaciones, escándalos con fondo de verdad, pero convenientemente deformados, irritantemente construidos a partir de la presencia omnipresente de Moore. Ya lo hizo el director norteamericano con los atentados del 11-S en Estados Unidos (´Farentheit 9/11´) y con el tráfico de armas (´Bowling for Columbine´, que contiene imágenes tan patéticas como las del deleznable acoso a Charlton Heston al final del filme). Así pues, ´Sicko´ viene a ser como una prolongación del método Moore aplicado al sistema sanitario de su país, que ahora se propone cambiar el presidente Barak Obama. El cineasta pone en solfa este sistema, critica a las compañías de seguros, aporta ejemplos de gentes que no fueron atendidas o lo fueron malamente, visita sistemas sanitarios de Inglaterra y Francia y los compara con el de su país, reclamando esa necesidad de transformación que ahora parece hallar respuesta.