Otros vivieron aquí, alzaron iglesias y catedrales, destruyeron palacios, proyectaron edificios de viviendas de ladrillo, chalets de malas calidades pero con piscina, parques infantiles de hormigón. Necesitamos leyes y planes urbanísticos que transformen nuestras ciudades en sitios dignos de ser vividos. Los centros históricos se valoran por varias cuestiones: por el conjunto que forma ese patrimonio urbano; por la belleza arquitectónica de sus piezas (incluso si ahora, conforme a los gustos, esa belleza ya no nos parece tal) y, con piezas, nos referimos tanto a edificios (o puentes, o plazas) modernos como antiguos. Y el último lo comprende todo: la ciudad entera y el lugar en el que se construyó y se amplió.

Antes todo esto era campo.

Antes, el sitio en el que vivimos ahora era una era.

«La ciudad es la que está perdiendo la batalla. El resultado son centros históricos musealizados, sin actividades, sin residencia y sin vida; tras 30 años de políticas ultraconservadoras con expulsión de la población destacamos casos como Cáceres. En otros casos, se constata la ruina de la ciudad histórica para su posterior gentrificación a manos de la economía de mercado». Es un texto de 2015 del Grupo de Investigación de Construcciones Arquitectónicas de la Junta de Extremadura.

De urbanismo y de centros urbanos llevamos hablando décadas. Y de soberanía alimentaria en las ciudades, que hay que ver lo que cuesta encontrar productos extremeños si no eres de pueblo. Y de peatonalización y transportes públicos dignos. Y de paisajes y territorios.

Mérida es mucho más que el teatro romano, el templo de Diana, la casa del Mitreo, el circo, el anfiteatro, la Casa del Anfiteatro, Morerías, sus puentes. Mérida es un centro con quioscos en torno al cual transcurre toda la vida, por ejemplo, y un crecimiento extraño y vecinos de barrios periféricos que quieren volver a recuperar sus plazas, porque a veces uno no siente la ciudad como suya.

En Cáceres paseas por el casco antiguo y ves grupos de turistas. Y poco a poco la gente va volviendo al centro.

Mañana sábado, las ciudades Patrimonio de la Humanidad celebran ‘La noche del patrimonio’. Podemos debatir qué usos queremos para nuestros monumentos en todas las ciudades, sobre los usos públicos y los usos privados. Sobre qué empresas tienen las concesiones o no. Sobre la venta de entradas en tiempos de pandemia. Sobre la salud pública y sobre la salud mental, también. Ojalá se debata. Ojalá hubiera más participación en qué tipos de cultura queremos, en todas nuestras ciudades.

En Mérida actúa Daniel Abreu, Premio Nacional de Danza, a las diez de la noche en el templo de Diana, con un espectáculo que se llama ‘En la naturaleza’. En Cáceres, Du’K’To, con Cafuné, a las ocho en la plaza de las Veletas. Allí, los suertudos que se hayan apuntado podrán ver antes que nadie la ampliación del nuevo Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear. Se abrirán varios espacios, como el Centro de Interpretación Tres Momentos en la Historia (que comprende la Torre de Bujaco, la Muralla, el Mirador y la Torre de los Púlpitos) y el yacimiento arqueológico del Palacio de Mayoralgo o la Torre del Horno y la Cisterna de San Roque; la coral ‘In Pulso’ actúa, igual que la banda de música o los alumnos del conservatorio Hermanos Berzosa y Miguel del Barco tocará el clave, entre otras propuestas.

En Mérida, se abren el templo de Diana, la Alcazaba, el Museo Nacional de Arte Romano (que ofrecerá una recreación histórica) y otros monumentos. Actúan Charanga y Furriones a los pies del acueducto. Los clubes de lectura de las Bibliotecas Municipales de Mérida leerán, en el patio del convento Santa Clara, textos relacionados con el patrimonio. Graffon coordinará un mural colectivo en la entrada al túnel de acceso a la explanada del Acueducto de los Milagros. Y en El Economato se ha dispuesto un escenario para que los jóvenes canten. Hay talleres de circo, acciones pictóricas y talleres de creatividad teatral, folclore y cuentacuentos, magia y más danza.

Y Ana Trinidad, en la Casa del Anfiteatro, a las nueve de la noche, será la hetaira Dafne, con un texto escrito por Juan Copete. Ana Trinidad es una de las mejores actrices de este país, es de Mérida y era una de esas amigas/hermanas de ese dramaturgo que se nos murió cuando no podíamos salir de casa, en abril: pusieron su nombre en la sección de obituarios de los premios Max, se le recordó en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, el primero sin él, el primero sin besarle en los morros, el primero sin comentar las obras después, el primero sin hablar de proyectos y escenas y libros: «Tú, nosotras, que estuvimos a puntito de conseguir el Max por ‘Soliloquio de grillos’. Como tú bien decías: nadie se va del todo si se le recuerda…».

Eso escribió Ana.

Qué duro es que se te mueran los amigos.

Qué bueno es poder homenajear a los amigos después de muertos. Con un personaje, con la recuperación de algunas de sus obras dentro de unos años o con la edición completa de su teatro. Ojalá.