No es habitual que el anuncio del Cervantes pille al galardonado practicando footing , pero la escritora y periodista mexicana Elena Poniatowska está acostumbrada a romper clichés allá por donde pasa. José Ignacio Wert marcó ayer su teléfono para comunicarle que había sido premiada con el Cervantes del 2013 y, según reveló el ministro de Cultura, la encontró corriendo por las calles de la capital de México en chándal y zapatillas.

Situaciones más impropias ha conocido la escritora en sus 81 años de vida. Nació en París en 1932, hija del exilio, pero a los 10 años su familia se trasladó a vivir a México. Ha alcanzado el Olimpo de las letras en castellano, pero el idioma se lo enseñó su tata poco antes de que la enviaran a educarse a colegios de Estados Unidos. Sus obras de ficción le dieron fama, pero ella se declara, ante todo, periodista. Por sus venas corre sangre azul --su padre era descendiente del rey Estanislao II de Polonia--, pero su compromiso social y su alineamiento político con los postulados de izquierdas acabaron otorgándole el apodo de la princesa roja .

Titular de una trayectoria vital que se vio cruzada por los acontecimientos más importantes del siglo XX, el jurado no la ha elegido por su biografía, sino por el "firme compromiso con la historia contemporánea" que destila su obra, caracterizada por "una proyección internacional e integradora".

Después de 38 años, es la cuarta mujer que recibe la máxima distinción de las letras en lengua castellana. Aunque su nombre no figuraba en las quinielas, con ella se ha cumplido la norma no escrita de alternar sucesivamente a plumas españolas y latinoamericanas --el año pasado el ganador fue el gaditano José Manuel Caballero Bonald--, pero las apuestas apuntaban en esta ocasión hacia otros autores, como el argentino Ricardo Piglia, el nicaragüense Ernesto Cardenal o el uruguayo Eduardo Galeano. Tendrán que esperar.

Hasta ocho votaciones necesitó el jurado para dar con el veredicto. Se comprende la sorpresa con la que Poniatowska recibió ayer la noticia. Sus primeras palabras las dedicó a ensalzar la labor del periodismo, que fue la puerta por la que entró en el oficio de la escritura. Con 21 años, pocos meses después de debutar como redactora en el periódico Excélsior en 1954, publicó su primera novela, Lilus Kikus , y desde entonces ha alternado la ficción y los escritos pegados a la realidad mexicana, de los que dio cuenta a través de diferentes géneros, desde la entrevista a la crónica, pasando por la biografía, la poesía y los magistrales ejercicios de nuevo periodismo.

Firmemente implicada en la realidad social de su país, su obra ha sido testigo fiel de los principales sucesos y movimientos sociales desarrollados en México en los últimos 50 años. Desde el terremoto de 1985, al que dedicó la crónica Nada, nadie. Las voces del temblor , a la matanza de estudiantes de 1968 en la plaza de las Tres Culturas de su ciudad, tragedia que retrató en La noche de Tlatelolco . Por esta obra, que la dio a conocer en 1971, le concedieron el Xavier Villarurrutia, pero lo rechazó para protestar por el crimen de estado que relataba en sus páginas. Desde entonces, su pluma ha estado al servicio de postulados progresistas y feministas, y defender los derechos humanos.

INDAGACION EN LA LENGUA Convertida en un referente ético y político, la autora no ha descuidado otras inquietudes netamente literarias, como prueban sus novelas más recientes. La piel del cielo , le valió el premio Alfaguara en el 2001. En los últimos años ha frecuentado el cuento infantil. Caballero Bonald, que formaba parte del jurado, ha destacado su compromiso con la realidad histórica mexicana y "su indagación en la lengua".

Desbordada por la noticia, se definía ayer como "una mujer insegura" y reconocía que escribir era para ella "una forma de participación" en la vida de su país. Parafraseando a García Márquez, quien le confesó que escribía para que le quisieran, ella añadía: "!o escribo porque es mi manera de estar sobre la tierra y de justificar mi presencia".

Sus más de 40 libros la han hecho acreedora de multitud de premios y nombramientos, e incluso en su ciudad hay un galardón que lleva su nombre. Pero ayer, según reveló Wert, su urgencia era conocer la fecha de su viaje a España para recoger el Cervantes. Se la espera en Alcalá el próximo 23 de abril.