"A él le habría gustado mucho estar aquí". María Antonia Madroñero, la viuda de Joaquín Jordá, dijo esta única, sentida y significativa frase al recoger ayer, en el festival de San Sebastián, el Premio Nacional de Cinematografía 2006 concedido al director, traductor y guionista días después de su muerte. La ministra de Cultura, Carmen Calvo, dedicó parte de su discurso a precisar que este reconocimiento "no debe" entenderse a título póstumo porque la candidatura de Jordá fue presentada con anterioridad a su muerte tras el apoyo unánime de todas las asociaciones de productores catalanas.

Pero Jordá, autor de El encargo del cazador , o Monos como Becky , se fue sin saber que el solemne Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICAA) reconocía, por fin, "su aportación sobresaliente al cine español".

La última de esas aportaciones, Más allá del espejo , se proyectó ayer dentro de la sección oficial pero fuera de competición. Conmocionó. Es una película sincera, que derrumba barreras y prejuicios. Aborda la valentía, la superación personal, la entrega, el dolor, la lucha y la voluntad. Es un sabio relato sobre otras percepciones de la realidad, sobre personas que descifran la vida con códigos distintos pero no por ello con menos intensidad.

A Joaquín Jordá se le diagnosticó alexia y agnosia visual tras sufrir un infarto cerebral. Esther Chumillas, la protagonista de este trabajo documental, tiene algo parecido. Ella puede interpretar signos, pero le cuesta reconocer objetos y lugares. Juntos traspasan el espejo para jugar al ajedrez en el onírico universo de Lewis Carroll.