La pasada semana se conocía la noticia de que las escuelas catalanas impartirán educación afectivo-sexual desde los 3 años, precisamente una de las (muchas) necesidades sobre las que inciden las ilustradoras María Hesse y Lyona en sus nuevos y respectivos trabajos, El placer (Lumen) y Sex ¡oh! (Random Comics), donde rompen tabús alentados «por la sociedad heteropatriarcal» que rodean la sexualidad y el placer femenino, subrayan la importancia de hablar de sexo con naturalidad en familia y con la pareja y rechazan estereotipos que distinguen a las mujeres entre «guarras o estrechas y frígidas».

Si esa educación «no se limita a la prevención del embarazo y de las enfermedades de transmisión sexual y profundiza en el respeto y el conocimiento mutuo y la igualdad», coinciden, evitará que, como ocurre ahora, los niños sacien su curiosidad viendo porno en internet, al que acceden fácilmente. «Empiezan a verlo a los 9 años y si sus primeros inputs sobre sexo son mayoritariamente imágenes agresivas, machistas, de sumisión de la mujer y que muestran a la mujer como objeto creerán que ese es el modelo, y es un modelo equivocado», lamenta Lyona, nombre artístico de Marta Puig (Barcelona, 1979).

SIN COMPLEJOS / Lo que llevó a ambas a volcar sin complejos en estos libros, cada una con su particular estilo gráfico, reflexiones íntimas y personales y datos médicos e históricos, fue descubrir a través de mensajes en las redes sociales, donde son muy activas, «que en pleno siglo XXI, a diferencia de lo que creemos, queda mucho camino por recorrer».

A Hesse, sevillana de adopción (1982) y autora de las biografías ilustradas de Frida Kahlo y David Bowie, fue la censura de algunos dibujos suyos en Instagram (también le pasó a Lyona) lo que le abrió los ojos. «Eran dibujos nada agresivos ni explícitos, una masturbación femenina, una chica que tiene el corazón en la vulva... En cambio, no se censuran contenidos con mensajes violentos, sangrientos o pornográficos solo porque las chicas van en bikini. Esa censura demuestra una perspectiva masculina. Por otra parte, las redes te permiten ser un altavoz y enviar mensajes que ayuden a cambiar los roles machistas».

A Lyona le regalaron un vibrador. «Lo compartí en redes y empecé a recibir mensajes de mujeres preguntando ‘pero, ¿tú te masturbas?’ ‘¿puedes usarlo si tienes pareja?’ ‘¿eso me ayudará a tener un orgasmo?’. Muchas no habían tenido nunca un orgasmo». Y mientras que algunos hombres le agradecían el libro «porque les había ayudado a ver a sus parejas con otros ojos y a tener una relación mejor», otros la llamaban «feminazi» y le enviaban amenazas. «La culpa no es de los hombres sino del sistema heteropatriarcal que desde niños les inculca el mensaje de que deben ser muy machos y dominar a las mujeres», denuncia Lyona, que trabaja ya en la ilustración de un libro sobre sexualidad dirigido a la infancia.

AFÁN PROHIBITIVO / «Es esa sociedad la que ha tenido afán por prohibir el placer femenino. No es casualidad. Si a una mujer le quitas la opción de sentir placer por sí misma se la anula y se la hace depender del hombre para sentirlo -asegura-. El placer nos da poder: el orgasmo origina hormonas, la dopamina y la oxitocina, que nos dan sensación de bienestar, seguridad, fuerza, felicidad..., y esa libertad y fortaleza de la mujer no ha interesado al heteropatriarcado».

«Muchas religiones -añade Hesse- han censurado el placer y la sexualidad de la mujer y por eso muchas mujeres lo han visto como algo negativo. Por ejemplo, las primeras veces que se masturban es por casualidad o accidente: se rozan y ven que les gusta. A los chicos se les decía que si se masturbaban se quedarían ciegos, pero a las chicas no se nos decía nada porque directamente se consideraba que nosotras no hacíamos eso».

Lyona, que ha ilustrado libros como La vida es corta y luego te mueres (con Enric Pardo) y cuentos infantiles como Yo mataré monstruos por ti (con Santi Balmes), comparte la reflexión: «De pequeñas nos decían, ‘niña, no te toques’. Y te reprimes. Y al final resulta que no nos hemos mirado con un espejito, no sabemos cómo estamos hechas ni dónde está el clítoris. Nadie nos ha explicado cómo obtener placer. Tú misma tienes que conocerte a ti misma para poder decirle a tu pareja qué te gusta y qué no. También ellos han sido víctimas de la falta de información».

Por ello, recalcan ambas, «no hay que reducirlo todo a la penetración porque el centro de placer femenino no es la vagina sino el clítoris», y aportan datos como que no fue hasta 1998 que la uróloga Helen O’Connell descubrió que «el clítoris no es solo el glande, sino un órgano de nueve centímetros que rodea internamente la vagina».

O que los primeros «consoladores se usaban para curar médicamente a mujeres con histeria». «Durante mucho tiempo se vendieron en tiendas de electrodomésticos, ¡era algo tan normalizado que hasta llevaban un adaptador para convertirlo en batidora!», sonríe Lyona.

Referentes femeninos y feministas no faltan en ambas obras: de Cleopatra y Mata-Hari a Colette, Anaïs Nin o Simone de Beauvoir y escritoras contemporáneas como Virginie Despentes, Naomi Wolf, Eve Ensler. Y no olvidan que, tanto para hombres como mujeres, «el cerebro es el máximo órgano sexual».