Con 17 años fue un ídolo pop de la era del guateque a lomos del éxito Diana (1959), compuesto por él y al que siguieron You are my destiny, Crazy love o Put your head on my shoulder. Pero Paul Anka vivió otras páginas doradas unos años después, a raíz de su letra para My way, la canción con la que Frank Sinatra se revitalizó en el otoño de su vida. El cantante canadiense, de ancestros sirios y libaneses, ha combinado ambos repertorios, el suyo y el de Sinatra, en el espectáculo que le ha traído estos días a España. Hoy, en el madrileño Teatro Real.

--Hay un Sinatra jazzístico y otro más melódico, así como el entertainer, la figura del show business y el mito cultural del siglo XX. ¿Cuál es su versión del artista que más quisiera resaltar?

--Yo tuve toda una experiencia personal con él a lo largo de muchos años, y por tanto puedo ver todos sus perfiles. A figuras como Frank Sinatra o a Michael Jackson se las suele juzgar por aspectos muy diversos, relativos a su personalidad, pero lo que yo quiero es destacar su contribución al arte. Para mí, Sinatra fue el mejor cantante, y mi misión es acercarme a toda su profesionalidad y su magia.

--¿Una magia asociada a una manera artesanal de hacer discos?

--Ciertamente, ahora todo se hace con máquinas y, si no cantas bien, alguien se encargará de que parezca que lo haces. Con Sinatra todo era en directo en el estudio, con los músicos. Crecimos con aquella visión natural del arte, y con mucha preparación detrás. Por eso los discos de vinilo están volviendo, porque conservan aquel sonido natural. Sinatra, al igual que los cantantes con los que crecí, tenía un largo adiestramiento detrás, un oficio.

--¿Recuerda cuándo lo conoció?

--Le conocí en un restaurante asiático de Los Ángeles hacia finales de los años 50, pero fue más tarde cuando le reencontré ya en Las Vegas, cuando yo trabajaba por allí. Conocí a Sammy Davis Jr. y a los demás, y vivir alrededor del Rat Pack, siendo mucho más joven que todos ellos, fue una de las mejores experiencias de mi vida. Una época muy intensa, en que la industria y los clubs estaban relacionados con la mafia, y había que tratar con todo aquello si querías sobrevivir. Mi vida sufrió un cambio en aquellos años.

--Durante una estancia en Francia escuchó la canción Comme d’habitude, de Claude Françoise y Jacques Rebaux, que convirtió en My way. ¿Qué le llamó la atención de ella?

--Al principio no me pareció gran cosa, pero me di cuenta de que aquella melodía tenía algo especial. Yo solo tenía 25 o 26 años, pero ya estaba lejos de mis éxitos adolescentes. El caso es que yo le había presentado a Sinatra a mi productor, Don Costa, con quien acabaría haciendo muchos discos. Hay que tener presente que él había odiado la música pop y no le gustaba Elvis Presley: lo suyo era el cancionero americano clásico.

--¿Sinatra pensaba entonces en retirarse?

--Sí, un día me llamó diciéndome que todo había terminado, que quería dejarlo, pero que todavía quería grabar un disco más. En el ambiente estaban los Beatles y Jimi Hendrix; músicas muy distintas. Retomé aquella canción francesa y me puse a escribir. Yo había querido ser periodista de crío. Comencé a escribir tratando de ponerme en su piel, pero en un sentido metafórico: «Ahora que el fin se acerca…». Se la canté por teléfono. Dos meses después me llamó desde su estudio en Los Ángeles. «Hey, Kid», así me llamaba. «Escucha esto». Y era My way, lo cual fue muy emocionante. Y él decidió que seguía adelante con su carrera, y volvimos a colaborar con Let me try again.

--My way ha sido adaptada por multitud de artistas. Como los Sex Pistols, en estridente y paródica clave punk: ¿demasiado irreverente para sus oídos?

Obviamente, es algo muy diferente. Pero me despertó la curiosidad y me di cuenta de que era una versión muy auténtica. My way es una canción con la que mucha gente se puede identificar, ya sean hombre, mujeres, o de distintas edades. Refleja una experiencia y tiene un significado distinto para cada uno. Así me pareció un honor que la adaptaran.