La programación extremeña de la Muestra estuvo saturada de versiones de obras clásicas, tal vez en algunos casos guiadas por ciertas luces del escaparatismo y de la adocenadura llamada institucional. Analizo las cuatro propuestas más destacadas:

‘El conde de Montecristo’

Por Samarkanda Teatro, basado en el clásica novela de Dumas, bien resuelto en la versión y dirección teatral de Paloma Megía, que sintetiza los hechos más relevantes y sabe expresarlos con fluidez y soltura formal, logrando que la frondosa sustancia literaria del drama romántico se traduzca en un trabajo orgánico, serio y en profundidad de sus actores y elementos artísticos componentes (incluida una espectacular lucha coreografiada por Javier Megía). Destacan Guillermo M. Serrano y José F. Ramos interpretando al implacable justiciero Edmundo Dantés. Ambos, haciendo su roles (de mayor y de joven) en la apasionante historia de venganza —aunque no lleguen todavía a la altura del Gerard Depardieu televisivo— están magníficos y decorosamente acompañados por el resto (Rafael Nuñez, Fermín Nuñez, Javier Mejía, Ana Batuecas, José Lucía, Gloria Villalba, Juan C. Castillejo y el clan joven de los Nuñez).

‘Ñoña Inés’

Por Cíclica Teatro, un monólogo basado en el ‘Don Juan Tenorio’ de Zorrilla, con dramaturgia de Nuqui Fernández (que lo interpreta) y Jonathan González (que lo dirige). Ambos, que son dos estupendos cómicos, ofrecen una visión rompedora, con encendido sentido de humor crítico, del mito romántico de los personajes Doña Inés y Don Juan, explotando los defectos —efectismo, versificación fácil y retórica, improvisación— que el mismo autor vallisoletano solía subrayar, a pesar de ser un drama brillante y dinámico. La actuación de la actriz, que parte del ensayo que hace del personaje femenino para presentar en un ‘casting’ y va de sorpresa en sorpresa, está colmada de espontaneidad y frescura, de simpatía y ocurrencia ingeniosa, dejando también en pie lo que en la pieza hay de ternura, humanidad y poesía.

‘Celestina, la tragiclownmedia’

Por La Escalera de Tijera, una versión circense del clásico de Fernando de Rojas, con dramaturgia y dirección de Javier Uriarte. Un gran trabajo condensado, creativo y de imaginación cultivado en el espíritu de la investigación y la experimentación escénica sobre el personaje de la alcahueta Celestina y su mundo (de criados, terceros y de la pareja de amantes idealizados, Calisto y Melibea). El director, sin desvirtuar el relato literario conduce una acción trepidante, llena de cambios de situaciones y de roles, enfatizando aquí y allá las interpretaciones con un abanico de recursos del clown en un sentido bufo. Tres actores, Roberto Calle, Lola Sánchez y Javier Rosado, guiados por la original música de Juan Carlos Rey, se lucen en una bien construida línea de transiciones ininterrumpidas de juegos, donde se aprecia una disciplina de actores-atletas, capaces de alcanzar en furioso y vital conjunto el ritmo justo de sus movimientos y sus voces.

‘El principato’

Por Marmore y Panduro Producciones, el espectáculo es una fantasía de títeres y actores que se vale de la indiscutible cualidad metafórica del muñeco y de la teatralidad que surge de su alianza con el actor. Utiliza diferentes técnicas de manipulación, tres espacios pequeños (un castillo, un árbol y una casa) y una bella composición musical (de Fran Lasuén), donde brilla un alarde de perfección de dos excelentes actrices —Ana García y Nuria Cuadrado— narrando con un lirismo expresivo y desbordante el delicioso cuento —texto de Jokin Otegui y Javier Tirado— de un principito caprichoso y cruel que quería matar y comerse el pato de una niña bondadosa y protectora de los animales, que termina dándole una buena lección y convirtiéndose en su mejor amiga. El montaje de Álex Díaz nos revela los poderes de un teatro para niños y mayores lleno de magia, plagado de recursos expresivos y exactos, donde hay entremetimiento y hálito creador.