La cultura que nos viene nos va a venir en forma de libros y de plataformas digitales o películas compradas y listas de música o discos de vinilo, porque se ha cancelado casi absolutamente todo. Hoy podríamos ver a Asier Polo tocando con la Orquesta de Extremadura, pero la OEx ha suspendido todos los conciertos de marzo. Y no nos quejamos, porque se trata de evitar un colapso en el sistema sanitario y que puedan fallecer personas que están en situación más vulnerable. No solo ancianos, sino personas inmunodeprimidas también. Se consideran pacientes inmunodeprimidos a aquellos que toman cortisona, azatioprina (Imurel), mercaptopurina, metotrexate, infliximab, adalimumab, ustekinumab, vedolizumab o tofacitinib. Que, con tanta abundancia de información, no sabemos ya qué leemos y qué no.

El sector es ya un sector pauperizado y precario. Circula en la plataforma Change.org una petición para paliar las consecuencias de estas cancelaciones. La ha lanzado el barítono Luis Cansino, que escribe: «llevamos años siendo golpeados y castigados por la crisis económica y esto puede ser la puntilla definitiva. A consecuencia de la crisis del 2007-08, perdimos muchas prerrogativas, como pago de dietas, viajes u hospedaje por parte de los teatros que, a pesar de la mejoría de la situación económica, no hemos vuelto a recuperar».

En Twitter se han quejado muchos como él. Comprenden la magnitud del problema, pero se preguntan cómo van a poder sobrevivir: «Muchos no tenemos una nómina fija. Una cuarentena y, por ende, suspensión de las funciones que teníamos programadas, nos supone perder ese contrato y no recibir remuneración ni compensación económica alguna. Sin embargo, como el resto de trabajadores, tenemos obligaciones económicas que cumplir: (…) ¿Cómo haremos frente a todo ello sin ese dinero con el que contábamos por las funciones que ahora nos cancelan?». Eso se pregunta Luis Cansino, antes de pedir a los distintos gobiernos que implementen «las ayudas pertinentes para que el sector cultural pueda hacer frente a las consecuencias de la cancelación de los contratos», como la «suspensión de cuotas de autónomos; el aplazamiento de impuestos, préstamos e hipotecas o ayudas económicas».

Los periodistas oscilamos entre llamar a la calma e informar de cada cuestión relacionada con la pandemia. Los mensajes y los bulos se suceden. A mí no me ha llegado ninguno porque mis amigos son gente poco proclive a creerse las chorradas que circulan por la web. No significa que sean más listos. De hecho, ser inteligente no te exime de nada. Lo demuestra bien Ramón Nogueras, psicólogo, en Por qué creemos en mierdas, que acaba de salir publicado por la editorial Kailas. Ramón es bien conocido en redes por su labor como divulgador y en poco más de 200 páginas explica cosas como el nacimiento del espiritismo, la historia de algunas sectas y por qué podemos creer en chemtrails aunque tengamos dos carreras y cuatro másters.

También cuenta que un padre recordaba haber violado sistemáticamente a su hija durante años, sin haberlo hecho jamás, porque es relativamente fácil inducir recuerdos falsos. O que no podemos fiarnos de lo que creemos haber visto: «Cuando alguien dice: ‘Yo sé lo que v’’, yo respondo: ‘Tú sabeh una polla gorda’». Sí, Ramón tampoco pronuncia las eses finales porque es granaíno. Lleva más de diez años viviendo en Barcelona (se enamoró, el chaval) con la mujer que firma el epílogo, Victòria Subirana. Si alguien cree que es nepotismo, diré que la idea de que fuera su mujer quien escribiera no se le ocurrió a él. Lo sé de primera mano y tengo documentos que lo atestiguan.

Pues bien: Nogueras nos cuenta que, como siempre me recuerda Pablo Cantero, «no puedes hablar del verde a gente que lo ve todo marrón». Y que dan igual los datos, las comprobaciones, las estadísticas, las pruebas científicas, la rotundidad de tener algo delante de tus narices: te vas a enrocar en la mierda que creas. Por eso hay médicos, con su carrera universitaria, su MIR y su The Lancet abogando por la homeopatía y el reiki. Por eso hay periodistas alabando las bondades de las algas (la recomendación sanitaria es que comas pocas algas o ninguna) y por eso hay gente muy formada creyendo en conspiraciones varias.

Y lo cuenta como habla: si no saben cómo, busquen alguna de las charlas en internet: son magistrales. En ellas nos muestra qué hacer para que tu amor funcione o por qué fracasan las parejas, que los padres no son tan determinantes en el desarrollo de los hijos como les gusta creer (básicamente, los niños ven a los adultos como seres de otro planeta a los que nunca jamás en la vida querrían parecerse porque son aburridos y lo que les importa es su grupo de iguales... siempre y cuando los adultos no sean gente que debería estar en la cárcel por abusar, violar y maltratar) o si se puede o no se puede cambiar. Como divulgador no tiene precio: es muy divertido y este libro también lo es.

Les ayudará a dejar de discutir con su cuñado. Incluso aunque el cuñado sea usted.