Que la cultura ancla a la gente al territorio lo saben bien personas que se dedican, con ahínco, a recuperar tradiciones que ya estaban perdidas, no sabemos aún por cuánto tiempo. Ese anclaje, en muchas ocasiones, es solo mental: no corporal: el cuerpo hace mucho que tuvo que salir de un pueblo, para buscar sustento, comida, trabajo o techo en otras latitudes: Tarragona, Barcelona, Águilas, Valencia (estoy pensando en escritores que se fueron).

«Vine a Motos porque me dijeron que acá vivía un solo habitante, un tal Matías López. Vine a buscar la zona cero de la despoblación, el punto justo donde el tumor de la soledad se transmuta en metástasis extrema de la desolación. Vine un domingo a mediodía buscando a un pastor soltero llamado Matías. Pero no hallé más que silencio y soledad. No encontré otra cosa que un no-lugar en un no-tiempo, una encrucijada geográfica y mental alejada de toda coordenada conocida». Así comienza ‘Los últimos’, de Paco Cerdà, que recorrió no la Raya extremeña, que se despuebla y se despuebla, sino el centro de la Península, 2500 kilómetros, y que dice que, ahora que estamos inmersos en este auge de nacionalismos, parece que a los políticos solo les interesan los secesionistas y no aquellos cuya ‘españolidad’ (lo entrecomillamos, él y nosotros) está fuera de toda duda. Pueblos como Motos y otros muchos más: «Desconcierta que su casa no tenga número en la fachada, aunque también resulta difícil imaginar a alguien interesado en mandar una carta a esta choza que carece de agua corriente y malvive con una bombilla transparente que el tiempo ha opacado. A Vicente, hombre de pocas palabras y con una boca desacostumbrada a parlotear, no se le oyen lamentos ni quejidos. Nada por lo que protestar».

En las provincias de Guadalajara, Teruel, La Rioja, Burgos, Valencia, Cuenca, Zaragoza, Soria, Segovia y Castellón viven menos de ocho habitantes por kilómetro cuadrado. No hay un lugar tan extremo y vacío en toda Europa, nos dice. Se van transformando en no-lugares: como las estaciones de metro, de tren o de autobús. Como los aeropuertos vacíos. «Paradoja del interventor» y ‘Nemo’ también ocurren en no-lugares. Y no sé, y Gonzalo Hidalgo Bayal tampoco quiere decirlo (porque corresponde a los lectores) si Murania es un lugar y un no lugar al tiempo.

Ellos dos, Paco Cerdà y Gonzalo Hidalgo Bayal, hablarán este domingo, en Montijo, en la biblioteca, en una charla que Cerdà, jugando con dos títulos de las obras de Bayal (el otro es ‘Amad a la dama’) ha titulado ‘Amad a la tierra ‘(paradoja sin interventor). Lo hacen en la I Feria de la Cultura y el Territorio, que ha organizado la editorial la Moderna en un pueblo grande que es casi una ciudad, Montijo.

‘La cultura es un río’, se titula la charla inaugural, que dictará Eugenio Fuentes, el creador de Ricardo Cupido y de Mistralia, quien afirma que quizá no haya mejor utopía que defender día a día una ética individual del presente. «Habrá conferencias y mesas redondas, conciertos de música en directo, representaciones teatrales y proyecciones de cine. Será un encuentro preocupado por la paridad y por la participación de niñas, niños y jóvenes, a quienes irán dirigidos cuentacuentos y talleres de ilustración y escritura de cuentos. Queremos que sean dos días de fiesta (pero también de reflexión) alrededor del libro, la cultura y la tierra extremeñas»: así se presentaba esta feria.

Pero habrá más temas: se hablará sobre memoria histórica (qué de sarpullidos levanta la memoria histórica): lo harán Julián Chaves Palacios y César Rina con Candela Chaves. Y también Francisco Javier García Carrero, que ganó el premio de investigación que lleva el nombre de Arturo Barea con ‘Un siglo de historia de la Guardia Civil en Extremadura. Desde su fundación hasta la lucha contra el Maquis (1844-1944)’.

Y además, se hablará de ilustración o, más bien, los más pequeños aprenderán cómo hacer cuentos ilustrados, con Inmaculada Cañete Olivenza e Isabel Martín Quirós. Y Miguel Ángel Lama (reciente catedrático de la Universidad de Extremadura) moderará una mesa que hablará sobre las literaturas periféricas, en las que se sentarán con él Antonio Sáez, Susana Martín Gijón y Simón Viola. Qué son las literaturas periféricas, me pregunto: ¿se definen por no estar en un lugar determinado, en Madrid o Barcelona? ¿O hace falta algo más, algún estilo, alguna marginalidad más, ser poeta, por ejemplo, para ser considerado como literatura periférica...? Kriller71, la editorial de poesía que dirige Aníbal Cristobo, está en Barcelona, pero es periférica, o así la considero y supongo que él también. Liliputienses y De la Luna están en Extremadura, igual que la Moderna: abarcan muchas latitudes del mundo (desde México a Estados Unidos), pero sus lenguajes, sus intentos de romper el canon, sus temas, son más marginales que, pongamos, los de los libros que publica Planeta.

Recuperar población, lo sabemos, va a ser muy complicado. Pero quizá sí haya maneras de combatir la desigualdad, la cultural también, con iniciativas así.