El anfiteatro romano de Mérida entonó en la medianoche de ayer el cumpleaños feliz para conmemorar las cincuenta ediciones del ya veterano Festival de Teatro Clásico de Mérida, un evento que nació en los años treinta de la mano de Margarita Xirgú.

Tras los 50 chupinazos de rigor, una suelta de cientos de globos blancos y el inconfundible ritmo del Himno de la Alegría marcaron el comienzo de una fiesta de cumpleaños que repasó la historia del certamen y que estuvo amenizada por la música en directo del coro Amadeus, de Puebla de la Calzada, un conocido grupo de la región que ha recibido hasta la fecha numerosos galardones por su trabajo.

Noche fresca

Afortunadamente para las cerca de 900 personas que abarrotaron el anfiteatro, el sofocante calor de los últimos días remitió y dio paso a una brisa que en momentos refrescó incluso en exceso. Aunque el espectáculo fue correcto, muchos de los asistentes se quejaron de la falta de ritmo del mismo y de su excesiva duración (otros lo llamaron lentitud).

Sólo la imagen de José Tamayo sobreimpresionada en las piedras milenarias pareció despertar por momentos a un público que tuvo un recuerdo emocionado para la figura que resucitó el festival emeritense tras el obligado paréntesis de la Guerra Civil. Su figura compartió escenario con otras de las que han marcado la historia del certamen, como Nuria Espert o José Monleón.

Tras el espectáculo, los espectadores recibieron una botella conmemorativa. Concretamente, un vino Payva tempranillo y semicrianza del 2003 con una etiqueta diseñada especialmente para el evento por los responsables del festival. Al final, todos contentos de regreso a casa y con un deseo común para el niño del cumpleaños: que cumpla muchos más.