Alcanzar como Custo Dalmau una trayectoria de un cuarto de siglo en el competitivo mundo de la moda es motivo de celebración. Ser capaz de dar un giro a las bases que han anclado esa carrera en el éxito comercial, sobre todo cuando esos pilares han sido tan identificables en cualquier esquina del planeta como los dibujos estampados que se han asociado con la firma Custo Barcelona, es motivo de aplauso. Las dos cosas las hubo el jueves bajo la carpa de la Semana de la Moda de Nueva York instalada en el elegante Bryant Park, donde Dalmau presentó una contenida colección otoño-invierno para hombre y mujer.

En el trabajo que presentó en su 11º año de exposición en Manhattan se vieron algunas de las tendencias generales establecidas por la pasarela neoyorquina en esta semana --aunque no sea esta la mayor lanzadera de tendencias--. Ahí hubo, por ejemplo, brillos y dorados, vintage y pieles --sintéticas en el caso del ecológicamente consciente Custo--.

Pero el catalán también hizo desfilar por la pasarela apuestas personales que se sienten, ante todo, como la intención de un diseñador de no quedar anclado en el pasado. En este revisitado universo, el negro ha cobrado una nueva relevancia. Sin embargo, ser relevante no es ser dominante o asfixiante y sería ceguera no dejarse deslumbrar por el enérgico dorado metálico de alguna cazadora o por los colores eléctricos, casi fosforitos, desde el fucsia hasta el azul o el amarillo, que dominan piezas enteras o aparecen como finos y perceptibles brochazos en las prendas de tonos más oscuros.

LOS TEJIDOS

Custo también se ha decidido a utilizar tejidos que en el pasado no han sido frecuentes en su trabajo, como la lana refinada, la viscosa, el acetato y el terciopelo. Y, sobre todo, ha emprendido un interesante estudio en sus patrones sobre el volumen. El jueves, junto a bolsos enormes hubo, por ejemplo, muchos leggings de lana, pero no se vieron menos mangas abombachadas o piezas como un abrigo que parecía inflarse por una corriente de aire interna.

Custo presentó el jueves prendas de límites difusos: abrigos-vestidos, vestidos-abrigos. Y hubo interesantes acabados y detalles de apariencia plástica donde los detalles parecían transformarse en complementos.

La oferta del diseñador catalán para el hombre fue más uniforme: pantalón pitillo, chaqueta y camisa, por lo general con el mismo estampado.