Este otoño parece difícil superar la oferta cultural de París, que saca pecho como capital artística con un abanico de exposiciones que van desde el Picasso de los cuadros mágicos (Museo Picasso) hasta el Toulouse-Lautrec más moderno (Grand Palais), pasando por Francis Bacon (Centro Pompidou) o el mismísimo Greco (Grand Palais). Pero hay una que tiene todos los ingredientes para convertirse en histórica, la que el Louvre dedica a Leonardo da Vinci coincidiendo con los 500 años de la muerte del artista florentino.

Diez años de arduos preparativos para reunir 162 obras, más de 260.000 entradas vendidas anticipadamente, préstamos excepcionales -entre ellos los 24 dibujos propiedad de la reina de Inglaterra-, polémica en torno al Hombre de Vitruvio y destacadas ausencias, como el Salvator Mundi o La Gioconda. La mayor muestra dedicada hasta ahora al genio del renacimiento está llamada a batir el récord que logró la de Tutankamón (marzo-septiembre del 2019) con 1,4 millones de visitas.

El Louvre ha hecho una revisión exhaustiva de la vida y obra de Da Vinci y ha elegido la pintura como hilo conductor, sumando a los cinco cuadros que tiene en su colección otros seis de la veintena atribuidos al artista. La exposición reúne dibujos, sanguinas, manuscritos, esculturas y lienzos de coetáneos de Leonardo en una atmósfera tenue que recuerda la veladura del célebre sfumato del maestro toscano. Puede verse y admirarse hasta el 24 de febrero del 2020. Antes, no olviden reservar sus entradas por internet.

«Necesitábamos entender quién era Leonardo da Vinci y cómo concebía su obra. Había que volver a los fundamentos y crear una base historiográfica. Por eso nos ha llevado diez años. La finalidad era regresar a la idea de que Da Vinci era, antes que nada, pintor», explica Louis Frank, responsable de artes gráficas del Louvre y uno de los dos comisarios de la exposición.

Junto a la historiadora Stefania Tullio Cataldo, Frank ha revisado incluso la traducción de los textos en los que Giorgio Vasari, uno de los primeros historiadores del arte, habla de Leonardo. «Pintó poco para pintar perfectamente», resume Vincent Delieuvin, del departamento de pintura del museo.

Esa década de trabajos ha servido para realizar un análisis científico de las pinturas, descubrir el dibujo original y los cambios realizados durante la ejecución de la obra. La huella del proceso creativo se ve en las reflectografías infrarrojas repartidas por las salas.

En la de la Madona Benois (1480-1482), óleo sobre madera prestado por el Hermitage de San Petersburgo, esta técnica revela que Leonardo no estaba convencido de la postura del niño, y en la de El músico (1483-1490), procedente de la Biblioteca Ambrosiana de Milán, que la partitura no aparecía en la imagen original. Además, tres obras -Santa Ana, San Juan Bautista y la Bella Herrera- se presentan ante el público restauradas.

RECORRIDO BIOGRÁFICO / El recorrido sigue la biografía de Leonardo desde su Florencia natal hasta su muerte en Francia, pasando por su etapa milanesa al servicio de Ludovico Sforza, su mecenas. Pero subraya más el eje artístico de cada época que su periplo geográfico. De su juventud florentina destaca la técnica del claroscuro que aprendió de su maestro, el escultor Andrea del Verrocchio, y una concepción escultórica de la pintura.

Más tarde pasará de la obsesión por la forma -influencia del arte flamenco- a buscar la representación del movimiento como se refleja en la Madona del gato o la Madona de las frutas. E inicia un rasgo de estilo presente en el San Jerónimo penitente que ha viajado a París desde los Museos Vaticanos: dejar las obras inacabadas.

ANATOMÍA, BOTÁNICA, ÓPTICA... / Fascina encontrar en la muestra muchos de los dibujos y manuscritos del Leonardo científico, esos que reflejan sus estudios de anatomía corporal, de física, de botánica, de óptica o de geometría y que responden, en palabras del comisario Frank, a «la necesidad de entender las leyes que gobiernan la naturaleza». «A la libertad pictórica se añade la racionalidad en la comprensión del mundo», sintetiza. La pintura como ciencia.

Pieza clave de esa faceta es el famoso Hombre de Vitruvio, que cuelga milagrosamente en el Louvre tras un rifirrafe con las autoridades italianas en el que finalmente tuvo que intervenir la justicia para dar luz verde al préstamo. Fue una peculiar metáfora de la crisis diplomática franco-italiana vivida durante la era Salvini.

EL CUADRO MÁS CARO DEL MUNDO / El que no ha llegado ni siquiera in extremis es el Salvator Mundi, el cuadro más caro del mundo, vendido en el 2017 por 450 millones de euros a los Emiratos Árabes y cuyo paradero es un enigma. Ausente de la exposición está también La Gioconda, que ven cada día 30.000 personas y permanecerá en la remodelada Sala de los Estados del Louvre. Quienes visiten la retrospectiva de Leonardo podrán, en cambio, acercarse como nunca a esta icónica obra gracias a la realidad virtual.