Darío Fo dejó claro ayer que es el último gran juglar, el último bufón que sobrevive en la escena moderna. Mordaz, irónico, directo, histriónico... definen el trabajo que presentó en el teatro romano de Mérida este artista, escritor, actor, pintor y Premio Nobel de Literatura en 1997.

Con su espectáculo Rosa fresca y altísima y otras juglarías , diseñado para ser representado en Mérida, Fo dejó claro que pese a sus 78 años está en plena forma y conserva todos los ingredientes que hacen que se le considere un genio de la escena. A lo largo de sus intensos monólogos no dejó títere con cabeza.

Con un verbo irrefrenable que a duras penas podía seguir la actriz-traductora que le acompañó, se metió al público en el bolsillo. Con un texto dominado por la improvisación, saltando de un tema a otro, el dramaturgo italiano repasó la actualidad informativa y la historia universal. La guerra o el petróleo estuvieron presentes y fueron abordados desde su mordaz punto de vista.

Enfrentado solo a un público entregado sin condiciones, la verborrea de Darío Fo acabó llenando todos los rincones de un teatro romano en el que parecía que había un grupo de amigos reunido en torno a una jarra de cerveza recordando sus vivencias. Una de las más significativas, aquella en la que el actor recordaba su primer intento de actuar en Estados Unidos. "No nos dejaron entrar --iba con su mujer, Franca Rame-- porque decían que éramos muy rojos. Y pensamos, vamos a esperar unos años a ver si desteñimos".

Como preludio a su actuación, los actores Juan Margallo, Petra Martínez y Vicente Cuesta hicieron gustosos de teloneros . Tras la obra Fo recibió el premio Scaena del festival como reconocimiento a su comprometida trayectoria artística. El actor José Sacristán elogió la figura de Fo y su mujer Franca Rame y la ministra de Cultura, Carmen Calvo, y el presidente de la Junta, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, entregaron el galardón.