A veces la justicia llega con retraso. Si llega. Para Miriam Haley y Jessica Mann, las dos mujeres sobre cuyas acusaciones de violación y agresión sexual se ha construido el primer caso penal contra Harvey Weinstein, el productor señalado por más de 100 mujeres más por todo tipo de conductas sexuales inapropiadas, quizá llegue en seis semanas, el tiempo que se calcula va a durar el juicio. Pero como quedó claro ayer en la primera sesión ante el jurado, el precio que deben estar dispuestas a pagar es alto.

La vista en la abarrotada sala del Supremo de Nueva York se abrió con las instrucciones al jurado del juez James Burke, tras lo que llegó la declaración inicial de la fiscalía presentando su caso y luego la de la defensa. Y en esa última parte, Damon Cheronis, uno de los abogados de Weinstein, sacó la artillería pesada en lo que ya se sabía que será su estrategia: minar la credibilidad de las acusadoras y retratar lo ocurrido como relaciones consensuadas, apoyándose en mensajes amistosos, cordiales y hasta amorosos que las mujeres mandaron al productor tras sus presuntas agresiones.

Costaba pensar en esa idea los 105 minutos anteriores, mientras Meghan Hast, asistente del fiscal del distrito de Nueva York, daba a los siete hombres y cinco mujeres del jurado y a los tres suplentes todo lujo de gráficos y dolorosos detalles de las agresiones a Haley, Mann (cuya identidad no se reveló hasta ayer) y otras tres mujeres, incluyendo la actriz Anabella Sciorra, que la fiscalía usará como testigos para revelar el patrón de conducta depredadora de Weinstein, el cargo doble que podría valerle una cadena perpetua.

«Las pruebas serán evidentes de que el hombre ahí sentado no era solo un titán en Hollywood, era un depredador sexual y un violador», dijo Hast señalando a Weinstein, al que en otros momentos tildó de «monstruo» y a quien acusó de «usar su poder para asegurar el silencio» de sus víctimas. El fiscal anunció, por su parte, que testificará también una psicóloga especializada en agresión sexual.