EEl oso y La petición de mano son dos comedias cortas -en clave farsesca y en un acto cada una- del autor ruso Antón P. Chejov (1860-1904), que por el arte de su afinidad en el conflicto dramático, mismo número de personajes, espacio (la casa de una hacienda) y tiempo de duración las compañías teatrales aprovecharon casi siempre para representarlas juntas en una sola función. De la misma manera, este fin de semana en el Teatro Imperial de Don Benito, la veterana agrupación dramática local Zeatron Teatro, bajo la dirección de Dámaso Giráldez, ha puesto en escena la producción de las dos piezas logrando un delicioso espectáculo.

El oso trata sobre la vida de un terrateniente, solterón empedernido, inseguro por su debilidad con las mujeres, que irrumpe con mal genio en casa de una viuda -de muy buen ver- para reclamar una deuda que le debía su difunto marido. Ella, desde su luto y enclaustramiento, le niega el pago dando lugar a una discusión sin salida que va creciendo de tono, llegando incluso a retarse en duelo. A partir de ahí se desarrolla una situación enredada de guerra de sexos, de reproches y enamoramientos con la presente ironía de Chéjov.

La petición de mano trata de otro terrateniente solterón, lleno te tics y manías, que ha propuesto a su vecino contraer matrimonio con su hija. Este vecino -viudo y también terrateniente pero de menor caudal- lo consiente porque está cansado de mantenerla. Pero en el encuentro el terrible carácter de confrontación de la hija con el aprensivo pretendiente hace a la pareja entrar en un círculo vicioso de discusiones y peleas absurdas que por momentos frustran la petición. Al final del enredo Chejov, igualmente con ironía, da paso al amor.

El interesante tema de las piezas, que surge a partir de la sensibilidad que tiene el autor con el entorno de su época, muestra una sociedad y una forma de vida que ya no tenía justificación en el comportamiento humano, que muchas veces va en contra de sus intereses y se deja llevar por el carácter. El maestro teatral ruso que en ambos conflictos parece anticipar un planteamiento feminista bastante avanzado para su época, demuestra su facilidad para abarcar defectos que son permanentes en la naturaleza humana. Y que se siguen repitiendo, a pesar de los años, con situaciones absurdas, patéticas y humorísticas nada gratuitas.

En el montaje escénico, Giráldez sabe aprovechar las cualidades farsescas de las piezas -de graciosos cuadros costumbristas- con una bien construida vía de acciones de divertimento y comicidad. En todos los planos las escenas son agiles y están conducidas con idónea medida rítmica en los cambios de acción que van de sorpresa en sorpresa. Sobre todo, en La petición de mano con ciertos detalles ingeniosos muy afortunados en logros con los actores. En El oso, sin embargo, el elenco resulta muy entusiasta pero desigual. Queda por ajustar en algunos personajes ciertos movimientos y voces, que no terminan de casar en una actuación consistente.

En las actuaciones, el elenco alcanza en su conjunto un buen nivel interpretativo, con situaciones hilarantes sensacionales. En El oso destaca Paqui Galindo (Popova), consiguiendo una actuación orgánica, seria y en profundidad de su abnegado personaje (de viuda fiel que fue a un marido déspota), sin perder de vista el carácter cómico de las situaciones a las que se enfrenta, trastocando esos roles que hacen que sea ella la que reta a un duelo al oso y este el que cae rendido a sus encantos y delicadeza. Juan Cerrato (Smirnof, el oso) y Ana M. Quintero (Luka) solo cumplen bien pero con altibajos. Les falta credibilidad en algunos pasajes donde sus acciones se ven forzadas en movimientos poco justificados y matizaciones en la tonalidad e intensidad de las voces (algo chillona en el personaje machista de Smirnof).

En La petición de mano los tres actores están fantásticos. Diana Giráldez (Natalya), joven actriz llena de sensibilidad artística, actúa con desbordante vitalidad y dominio escénico en su arduo rol de atractiva e insoportable mujer -desafiante, porfiada y convulsiva- que sin quererlo espanta a su pretendiente. Jesús Gallero (Lomov), acrisola un buen estilo interpretativo -en su papel de burgués maduro que teme quedarse soltero debido a su hipocondría- exhibiendo un potencial de recursos cómicos llenos de matices en voces, gestos, movimientos y en gags que funcionan a la perfección (de chispeante ingenio resulta cuando comienza a sentir palpitaciones y entumecimientos en la pierna). Y Juan José Sánchez (Chubukov), sacando a la luz del escenario su personal gracejo, surtido de aciertos y sorpresas, en su personaje de padre desesperado que pretende casar a su complicada hija.