Luc Besson continúa explotando su cantera. Reciente aún el estreno de la versión de Fanfan la Tulipe , producida y escrita por él, llega ahora Ríos de color púrpura 2 , en la que asume funciones de guionista y dialoguista.

El director, Olivier Dahan, sigue el modelo al pie de la letra, pero un modelo doble: el general y muy bessoniano del cine de acción francés que reproduce ciertos esquemas del estadounidense y el particular de Los ríos de color púrpura , sin cuyo éxito no habría existido la segunda parte.

Del filme que le permite la secuela, el único que repite es Jean Reno, que encarna en ambas películas al inspector Pierre Niemans, policía especializado en crímenes rituales, logias secretas, ritos satánicos, monjas misteriosas, frailes con extrañas habilidades y sociedades nazis.

Como en el anterior filme, a Niemans le ayuda un policía más joven e inexperto en estas lides y su paso por el relato es el del escéptico que se hace creyente a base de comprobar en carne propia cómo las gastan los que prefieren la oscuridad a la luz. Salvo las secuencias de acción que enfrentan a uno o a los dos protagonistas con los ángeles del apocalipsis, el relato se instala en un ritmo más monótono del previsible en estos casos. Aparece como a ráfagas el vampírico Christopher Lee, cuya elegancia perversa parece estar en una onda muy distinta a la propugnada por Dahan, Besson y otros practicantes actuales del cine que pretende, ante todo, inquietar.