Un humorista, explica Toni Rodríguez, viene a ser como un médico o un albañil. Durante su trabajo, uno hace reír, otro abre cuerpos y el tercero levanta paredes. Pero una vez acabada la jornada cada uno hace su vida. Es decir, que el humorista, por ejemplo, no contesta con un chiste a cada pregunta que se le hace durante una entrevista. Si quiere reírse de veras, apunta Rodríguez, véame en escena.

Rodríguez es feo (según él se confirma) y hace de feo en El bueno, el feo y el mal , un espectáculo de monólogos que lo hoy reúne a él, a Dani Rovira (el bueno) y a Juan José Vaquero (el malo) en el teatro López de Ayala de Badajoz. Los tres proceden de la cantera televisiva de Paramount Comedy, especializada en este tipo de humor, que se introdujo en España hace más de una década y alcanzó su cénit con El club de la comedia .

No es que la fórmula esté agotada, pero los tres coinciden en que o se buscan nuevas historias, nuevas fórmulas, o el camino se volverá arduo.

En escena, una broma sobre Lo que el viento se llevó explica el mínimo atrezzo que utilizan. Música de western y una especie de desafío (contar chistes malos a ver si el público sale de estampida) en un momento determinado en el que coinciden los tres en el escenario ambientan estos guiños al cine del oeste.

Pero básicamente, el espectáculo son las intervenciones individuales para que cada uno se explaye a gusto con la fórmula que define su humor.

EL BUENO

"Soy el bueno por descarte", dice el malagueño Dani Rovira. "Toni va a su rollo y J. J. me tiene coartado. Vivo de que no me hagan daño, así que procuro no meterme con nadie".

Rovira estudió en Granada Educación Física y allí ya destacó por su capacidad de improvisación en la compañía Improviciados. De ahí saltó a Paramount Comedy. De los tres, es el más teatral. "Ellos son como una metralleta. Pueden permanecer hablando sin moverse y lograr que el público se ría. Yo utilizo el cuerpo, me muevo, me atengo más a la fórmula del monólogo para contar una historia".

No se ve haciendo nada que no sea humor. "El humor es frente a la seriedad como lo es el agua frente a la piedra: al final el agua puede a la piedra". El se vale de la improvisación, un don, en su caso. "Pero luego hay que trabajarlo, hay que adquirir experiencia y estar en un momento bueno en el escenario". La conjunción de ello permite dar la vuelta a situaciones que ni siquiera figuran en el guión y que se le aparecen sobre la marcha al humorista.

Así que no cree que la fórmula del monólogo se agote. "Hay que renovar. Hace diez años, cuando empezaban a hacerse monólogos se contaban unas historias (sobre películas de miedo o sobre guardias civiles) que hoy no podrían contarse, son clásicos que se han escuchado hasta la saciedad. Yo intento evolucionar. Al principio hablaba de sexo, de los botellones. Ahora tengo 30 años y me inquietan otras cosas. Procuro que el público que me conoce se siga sorprendiendo".

EL FEO

Toni Rodríguez bromea sobre su personaje: "Habían escogido los otros dos y faltaba yo". Pero no hace falta que argumente. El lo reconoce, y se aprovecha cómicamente de ello: es feo. "Hablo mucho de mí, de mi aspecto, y soy feo y gordo, aunque gano algo en las distancias cortas". Nació en Cádiz. Así que en un lugar como este, donde abundan los chistes y las chirigotas, donde todo tiende a compararse, que el hiciera de la risa una de sus extensiones personales no tiene nada de extraño. "Aquí nos tomamos la vida a risa. Un poco de humor te pone más brillo en la vida", dice. El suyo es "blanco, sin estridencias, el de toda la vida, el que no ofende a la gente".

Ha participado en diversos programas de monólogos, como El rey de la comedia , ha presentado para televisión los Carnavales de su ciudad, y forma parte del equipo de monologuistas del canal Paramount Comedy. Este formato, según él, está lejos de agotarse, comenta. "Yo llevo cinco o seis años y lo sigo haciendo. Mis padres, mis amigos me dijeron entonces que esto era un boom , que no podía durar, que cómo iba a dejar el trabajo. Pero como el humor existirá siempre, este formato no caducará". Aunque él, como sus otros dos compañeros, ha utilizado este sistema para probar otras vías para hacer reír: en el cine, rodando cortos o en televisión.

EL MALO

Juan José Vaquero conoce estos días la fama fugaz de televisión. Trabaja como guionista y actuando en el programa El hormiguero . ¿Y qué clase de malo es? "El que se la juega", contesta. Al que podrían ir dirigidas las quejas del público pacense si sus gracias llegan a molestar. "Aunque hasta ahora no he tenido quejas". Es malo por ser "políticamente incorrecto, por ser el más arriesgado, el más escatológico, el que se mete en política, en el sexo...".

Castellano de Valladolid, tiene seis años de experiencia en los circuitos de cómicos profesionales. También está en la nómina de Paramount Comedy, y además de en El hormiguero participa en el programa de radio Protagonistas en Castilla y León.

Con él, sin embargo, las formas del humor aparecen más reposadas fuera del escenario. "A veces el humor abusa de ti, porque hay ocasiones en que no quieres reírte o pasar por gracioso. Y la gente no entiende que cuando se ha reído contigo, al acabar el espectáculo no te apetezca contar un chiste". El lo ha sufrido. Le han parado en la calle para criticarle como humorista o se han metido con él en un parque donde jugaba con sus hijos porque rechazó beber alcohol cuando se lo ofrecieron. "Creían que como en el escenario aparezco como un adicto a la bebida, en la vida real no podía negarme a una copa". Vaquero reconoce que hay un exceso de monologuistas a consecuencia del boom que se ha vivido en los últimos años. "Hay compañeros que no encuentran bolos (funciones en provincias), así que uno tiene que adaptarse y buscar sus fórmulas".