La concentración del mercado editorial en castellano en manos de dos grandes grupos dio ayer un salto cualitativo con la adquisición de la editorial Salamandra por parte de Penguin Random House, un movimiento que permite al gigante editorial sumar a su catálogo a escritores sustanciales como Jonathan Franzen, Zadie Smith y Andrea Camilleri, así como a la súper ventas británica J.K. Rowling, autora de la saga de Harry Potter. La operación es la última de una larga y cuestionada dinámica de absorciones que ha dado a Penguin Random House y el Grupo Planeta el control sobre -si no se cuentan los libros de texto- de casi la mitad del mercado editorial en castellano.

Salamandra empezó a desarrollarse como editorial independiente diez años antes de su creación, en 1989, cuando Pedro del Carril y Sigrid Kraus se hicieron cargo en España de la filial de la editorial argentina Emecé Editores. En el 2000, decidieron comprar la totalidad de Emecé España, que a partir de ese momento pasó a denominarse Ediciones Salamandra

Igual que en su día las adquisiciones de Seix Barral o Destino por parte del Grupo Planeta (en 1982 y 1989, respectivamente), o las de ediltoral Santillana y Ediciones B por parte de Penguin Random House (2014 y 2017), la noticia sobre la compra de Salamandra ha levantado polvareda en el sector. «No conozco las circunstancias de la compra, pero mi deseo es que la personalidad de Salamandra y el liderazgo que tiene en la difusión de cierto tipo de literatura no se pierdan -comenta Enrique Redel, editor de Impedimenta-. Me refiero a la capacidad de distinción. Muchas veces estas compras redundan en la pérdida de personalidad de las editoriales».

No parece que sea el destino inmediato de Salamandra, la editorial de Sigrid Kraus y Pedro del Carril, arquitectos de un catálogo de más de medio millar de autores comercializados a través de una decena de colecciones. Kraus, que seguirá como directora editorial del sello -compartiendo responsabilidades con Núria Cabutí, consejera delegada de Random House en España-, se ha declarado «satisfecha» con la operación, ha expresado su confianza en que la etapa que comienza ahora permitirá «reforzar y expandir el prestigio» de la empresa y ha calificado la compra de «magnífica oportunidad para asegurar la continuidad de Salamandra». Esa justamente, «continuidad», es la palabra que muchos esperaban escuchar.

APETITO INAGOTABLE / Los dos gigantes demuestran tener un apetito inagotable por las editoriales medianas -una de las operaciones más sonadas de los últimos años fue la compra de Tusquets por parte de Planeta, en el 2012- y moldean un mercado que parece inclinado a dividirse en clase alta, clase baja y una clase media cada vez más adelgazada. «Desde el punto de vista mercantil es normal -explica el director de Página 2 y periodista cultural Óscar López-. En los casos de Tusquets, Anagrama cuando fue adquirida por Feltrinelli y ahora Salamandra, hablamos de editoriales que funcionan muy bien, con autores de prestigio que en algunos casos venden mucho. Un caramelo para los grandes grupos. Salamandra tiene un catálogo de escritores que dan a la vez prestigio y beneficio, y es normal que los potentes vayan a por ellos».

mantener la autonomía / ¿Cuál es el paisaje después de la tempestad? En esa clase media en vías de adelgazamiento destacan editoriales como Acantilado, Libros del Asteroide, Lengua de Trapo, Periférica, sello extremeño creado por Julián Rodríguez, y Blackie Books. Entre otras. Allí, los movimientos acaparadores no se ven necesariamente con buenos ojos. «Es una mala noticia -dice sin ambages Jorge Lago, editor de Lengua de Trapo-. Pone en riesgo la diversidad cultural. Dos grupos deciden ahora prácticamente todo, qué se publica, qué no, las tarifas de las traducciones, el pago de las derechos. Es una concentración de las decisiones y eso nos perjudica a todos».

Escueta, la editora de Acantilado, Sandra Olla, opina: «Lo interesante es saber las razones que han llevado a unos editores de prestigio a una operación de esta naturaleza. El enfoque y el trabajo de Acantilado son muy diferentes a los de los grandes grupos editoriales. Cosa que es obvia para nuestros lectores».

Jan Martí, editor de Blackie Books, considera por su parte que «lo importante es que la venta de una editorial independiente se haga con la promesa firmada de que el sello podrá mantener su autonomía a la hora de decidir su catálogo, y sobre todo los puestos de trabajo de la gente que la compone».

AUTORES CÓMODOS / «Es verdad. La clase media está desapareciendo: en términos sociológicos, demográficos, políticos y también en términos editoriales -dice Javier Aparicio Maydeu, director del prestigioso Máster en Edición IDEC-Universitat Pompeu Fabra y una de las personas con más conocimientos del mundo editorial en España-. Salamandra es una empresa de clase media alta que a partir de ahora forma parte de un gran grupo. Pero creo que no hay que asustarse. Es cierto que toda concentración significa empobrecimiento por uniformización, pero la concentración permite que se preserven las especies del ecosistema. Además, estos grandes grupos saben que tienen que combatir la uniformización para que no se desdibujen las fronteras editoriales, y para que los autores se sientan cómodos».

Tanto Aparicio Maydeu como otros conocedores de las dinámicas editoriales confían en la buena salud de sector, y especialmente en su capacidad de regeneración: «El pez grande se come al chico, pero el mundo de la edición en castellano siempre está dando peces chicos». O, como lo expresa Winston Manrique, responsable de la web literaria WMagazín, «estos movimientos fortalecen a las editoriales pequeñas y medianas porque generan un vacío que alguien debe llenar. Las editoriales independientes tienen un público». En otras palabras: hay dos grupos voraces que compiten por el mercado y que tienen recursos para hacerlo. Pero el mercado es inquieto, y sobre todo fértil.

«Mientras sigan surgiendo editoriales pequeñas -dice Óscar López-, que es el fenómeno que se ha producido en España en los últimos años, yo no me preocuparía en exceso. Me preocuparía que esas editoriales que hacen una labor magnífica en cuanto a descubrimiento y recuperación de autores desaparecieran. Entonces sí, la concentración sería un problema».