Entre todos los misterios que Dan Brown ha regalado a sus lectores desde que empezó a publicar novelas hace tres lustros, hay uno que sigue dejando atónito a medio mundo: ¿Cómo puede vender tantos libros si la crítica lo destripa en cada nuevo lanzamiento? Claro que no es una prerrogativa suya, pero lo cierto es que su elixir de arte y religión, descifrados a base de códigos y símbolos y recreados con un trepidante suspense sigue siendo una fórmula infalible. En su nueva entrega, Infierno , vuelve a ser el profesor Robert Langdon quien conduce la historia, esta vez desandando los pasos de Dante y adentrándose en el infierno de su Divina Comedia .

La novela llegó el martes a las librerías de EEUU y el Reino Unido y ayer lo hizo sus versiones en castellano (Planeta). Tras vender alrededor de 200 millones de copias con sus anteriores cinco novelas, especialmente las protagonizadas Robert Langdon --Angeles y demonios , El Código Da Vinci , el libro contemporáneo más vendido de la historia con 80 millones de ejemplares, y El símbolo perdido --, los libreros se vuelven a frotar las manos. Brown ya no es un advenedizo y, por más que la crítica le fustigue por la supuesta superficialidad de sus personajes, el acartonamiento de sus diálogos y su prosa repetitiva, todo lo que toca se hace oro.

PROMOCION Brown presentó ayer su libro en Nueva York y ha empezado con su rueda de entrevistas promocionales. "Estoy habituado a las críticas y, en cierto sentido, las espero", ha dicho a The Times . Los críticos, sostiene, tienen "un conocimiento preconcebido" de sus especialidades, sea la música, la cocina o la pintura. "No creo que compartan la opinión del público", dice.

Esta última aventura del audaz y atildado profesor de simbología de Harvard comienza en Florencia, la primera parada de un viaje que le llevará también a Venecia y Estambul. Langdon despierta con una herida en la cabeza que le impide recordar cómo ha llegado hasta Italia. Pero allí mismo encontrará un aliado de excepción, la doctora Sinskey, una antigua niña prodigio que se ofrece a ayudarle a recuperar sus recuerdos y a encontrar en los versos épicos de la Divina Comedia las pistas para desentrañar la trama póstuma de un malvado genio.

Esta vez la conspiración no parte de órdenes religiosas ni grupos secretos, sino de un genetista. No juega solo en su búsqueda. Sus pasos se van entrecruzando con los de una asesina punk, los de una organización con aires de agencia de espionaje que hace trabajos para la plutocracia y con un misterioso investigador de la Organización Mundial de la Salud. "No hay nada más difícil que escribir un libro fácil de leer", asegura Brown en una entrevista con Efe. "Por el contrario, es muy fácil escribir un libro difícil de leer. El truco para que las páginas vuelen tiene mucho que ver con enseñar algo nuevo en cada página".

Leyó por primera vez la Divina Comedia , escrito en el siglo XIV, mientras estudiaba italiano en el instituto, pero no fue hasta hace una década cuando se le ocurrió utilizarlo como "catalizador e inspiración" de uno de sus libros. Dejó quizás para más tarde el Purgatorio y el Paraíso , y se centró en el paseo de Virgilio por los nueve círculos que conducen al infierno. Allí vio, según ha explicado a Efe, todos los ingredientes de su coctelera infalible: arte, religión y conspiración.

"El arte funciona como un reflejo de lo que estamos pensando y, en muchos casos, la religión funciona de la misma manera. Es un reflejo de las preguntas para las que seguimos buscando respuestas", agrega.

Como en sus libros precedentes, el argumento se ha mantenido hasta su publicación tan en secreto como un pozo petrolífero de Exxon. Los traductores de los 11 idiomas elegidos para ser publicados la misma semana que en inglés se encerraron durante dos meses en un sótano de Milán y custodiado por fuertes medidas de seguridad. Trabajaron los siete días de la semana hasta las ocho de la tarde y, para evitar las filtraciones, se les prohibió utilizar el móvil y solo pudieron conectarse a internet a través de un servidor vigilado. Un infierno en toda regla.

Esta última novela vuelve a tener ingredientes potenciales para colisionar con el Vaticano. En este caso a costa de su posición sobre el control de la natalidad. De formación episcopaliana, Brown se recrea con gusto sobre sus encontronazados con la Iglesia romana que tan valiosa publicidad le han dado.