La Biblioteca Pública de Nueva York (NYPL) ha participado en varios grandes momentos cinematográficos. En ella un fantasma hizo callar a Bill Murray en Cazafantasmas (1984), Jake Gyllenhaal se refugió de un apocalipsis climático en El día de mañana (2004), y Audrey Hepburn y George Peppard fueron acusados de estropear un libro en Desayuno con diamantes (1961). Pero ninguno de esos títulos ha dado al centro neurálgico de la vida intelectual de la Gran Manzana tan merecido tratamiento como el que le ha concedido Frederick Wiseman. «Un día me desperté y me dije, ¿y por qué no hago una película sobre una biblioteca?. Fue una idea extraña, porque no había pisado una desde que iba a la facultad», recuerda el considerado como mejor documentalista vivo acerca de Ex Libris, que pasado mañana tiene finalmente su estreno comercial en España-fue completada en 2017- a través de la plataforma de vídeo bajo demanda Filmin.

«La gente cree que las bibliotecas son solo almacenes de libros, y yo mismo me sorprendí del catálogo de actividades que ofrece la NYPL», confiesa el bostoniano, premiado en 2016 con un Oscar honorífico. En Ex Libris, mientras visita algunas de las más de sus 90 sucursales -visitadas por más de 18 millones de personas al año-, descubre charlas sobre sobre la historia afroamericana o sobre Karl Marx, cursos de idiomas o informática y conciertos de rap o música de cámara; también nos muestra a visitantes ilustres como Elvis Costello y Patti Smith y a libreros que resuelven por teléfono dudas tan apremiantes como si un unicornio es o no un animal real. «Es un lugar donde todo el mundo es bienvenido independientemente de su raza, su clase, su género o su posición económica, y donde queda en evidencia lo que la verdadera democracia debería ser».

Con 90 años recién cumplidos, Wiseman lleva más de medio siglo de carrera y medio centenar de películas explorando las diferentes instituciones que perfilan la experiencia humana--hospitales psiquiátricos, museos, cuerpos policiales, compañías de ballet, escuelas, universidades, correccionales y zoológicos- con la actitud meticulosa y cerebral propia de un librero, recopilando y condensando volúmenes de información valiosa y poniéndola a disposición del público. Y para ello ha seguido siempre el método que adoptó en su ópera prima, Titicut Follies (1967), filmada en un hospital psiquiátrico para criminales. En sus documentales no hay narrador, ni bustos parlantes, ni arco narrativo tradicional. Por eso se le suele definir como un «director observacional», aunque él rechaza la etiqueta. «Sugiere que mi trabajo se limita a sentarme en un rincón con la cámara encendida a ver qué pasa, y no es eso». También rechaza a homólogos como Michael Moore, que se ponen a sí mismos en el centro de sus documentales. «El cine de Moore, además, es demasiado ideológico. A diferencia de él yo no ruedo con el fin de ilustrar una tesis, ni pienso que las películas didácticas puedan convencer a nadie. Al fin y al cabo, solo predican a los conversos».

CARGA POLÍTICA / Eso, en todo caso, no impide que Ex Libris tenga tanta carga política como Bowling for Columbine (2002). «La idiotez de Donald Trump es lo que se la proporciona», explica Wiseman. «Porque él es exactamente lo opuesto a la NYPL. La biblioteca encarna la democracia, la tolerancia, la cultura, la transparencia, el aprendizaje, la ciencia... y Trump no quiere ninguna de esas cosas».

Asimismo, a lo largo de más de tres horas y media de metraje el documental se erige en un monumento a los instintos más nobles de las sociedades civilizadas, aquellos que nos inspiran a compartir conocimiento, experiencias y recursos para evitar que nadie se quede atrás. En otras palabras, el tipo de película que necesitamos estos días.