«Aquí los dos estamos en pelota picada», asume José Manuel Casañ, líder de Seguridad Social, refiriéndose a su amigo el dibujante Paco Roca. El «aquí» es La encrucijada (Astiberri), insólito y sorprendente mestizaje en forma de cómic-disco donde el cantante ha orquestado 11 canciones de distintos géneros y el autor de Los surcos del azar vuelve a reinventarse: arma un working progress en viñetas de los cuatro años de evolución del libro, alimentado con muchas horas de charlas sobre el arte de crear en los respectivos oficios; y en él intercala 11 minihistorietas de diversos estilos que ligan con cada tema musical.

La autobiografía no es nueva para Roca (1969). «En Memorias de un hombre en pijama (que acaba de cerrar con Confesiones de un hombre en pijama) era yo, mi alter ego, pero con el humor y el pijama me distanciaba. La encrucijada es lo más yo que he hecho, aunque hable de la profesión. Este libro solo funcionaba desde esa sinceridad», dice el autor de Arrugas (Premio Nacional de Cómic). «Aquí se quita el pijama -certifica Casañ (1963)-. A mí me deja desnudico, pero él se desnuda más. Ya no somos unos niños y desde la madurez podemos hablar de la industria con sinceridad».

Y de sus conversaciones entre comidas y copas surgen destellos personales y profesionales: como que lo primero que publicó Roca fue una historieta en la revista de cómic porno Kiss Comix, o que Casañ ayudaba a su padre en la panadería cuando oyó por vez primera una canción suya en la radio; cómo se forjaron un nombre y lograron ganarse la vida con lo que les gusta; explicaciones sobre los derechos de autor, los contratos abusivos y los entresijos de las industrias del cómic y la música; reflexiones sobre cómo se hace un cómic o se compone una canción...

Pero también surge, cuenta el autor de éxitos de los 90 como Chiquilla y Quiero tener tu presencia, «la banda sonora de nuestra generación, la historia de la música que nos ha influido, estilos que vienen de una mezcla»: country, rock, son cubano, el reggae, heavy... Y de ellos, Roca, huyendo de la simple adaptación, buscó una equivalencia en la historieta en tema, época y estilo, como el grabado victoriano en un relato esclavista para la percusión africana, o el cartoon para un blues sobre la tentación en un cruce de caminos. «Y en la rumba catalana, que es nuestra música pop, busqué nuestro cómic más popular, el de Bruguera y en concreto al Escobar de Zipi y Zape, y dibujé el encuentro de Peret con el Pescaílla y Lola Flores», apunta Roca.

Así, a la historia del pop se suma la del cómic. «Es un homenaje a las encrucijadas creativas donde los autores se salen de un camino seguro, a los que dudan y se atreven a cambiar de rumbo. La mezcla enriquece», señala el músico. Porque para ambos, «crear es dudar continuamente» y hay que «reinventarse y no repetirse». «Quise mostrar las inseguridades. Que si no sale no es falta de inspiración, sino pereza o haber perdido la pasión por lo que haces. Hay que salir del camino fácil y aprender de otras disciplinas. No caer en la autocomplacencia», opina Roca, que recuerda cómo «el cómic se hizo adulto en los 80» con Maus, que narró el Holocausto con animalitos, o Watchmen, mezcla de superhéroes y temas adultos.

Suman un documental de Miguel Perelló, Crossroad, que ilustra el proceso de creación con visiones de Mariscal, Calpurnio o Francis Montesinos. Y en el 2018 harán gira por pequeños teatros con música, dibujo e interacción del público. Todo fusión.