Una canción lanzada hace pocas semanas, Dicen, ha sacudido la carrera de Antonio Orozco (Barcelona, 1972) a golpe de rumba pasada por las armas electrolatinas en un dueto con la colombiana Karol G.

--Esto ya no es la gira ‘Destino’.

-- No, de nombre de batalla le hemos puesto Summer Club 18 y es como la gira soñada. Últimamente todo lo que está pasando parece que sea mentira: tocar en un estadio en Torrelavega o que el vídeo de Dicen esté superando todas nuestras previsiones. Son 22 conciertos y todo va sobre ruedas.

--¿’Dicen’ es el adelanto del nuevo trabajo o ya no hay que pensar en discos?

-- No sería tan radical, pero Dicen no es un adelanto de disco, sino un proyecto independiente. La manera en que se planteaba un lanzamiento hace solo seis meses ha cambiado tanto que parece que hablemos de otra era. En algún momento me pondré en un nuevo proyecto, pero aún es demasiado pronto para decirlo.

--¿Cómo se imagina a la gente escuchando ‘Dicen’?

--El vídeo es la nueva forma de consumir la música. Me parece que estamos condicionados por un prejuicio y destinados a jugar con él. Dicen nació como una prueba y se ha convertido en un proyecto muy serio.

--En ‘Destino’ se acercaba a un pop con influencias británicas. ¿Su rumbo ha vuelto a cambiar?

--Creo que mis discos en general no tienen nada que ver entre ellos. Lo digo con humildad: yo divago bastante y pruebo cosas distintas. Aunque la rumba, rumba es, y siempre estuvo ahí.

--Rumba, pero con una vuelta de tuerca.

-- Con matices e instrumentaciones muy actuales, aunque la intención era que tuviera un parecido a los clásicos de la rumba. Por soñar, diría que la influencia de Los Chichos se ve entre líneas: el bajo, las cajas, los vientos… La idea era viajar a algo que siempre estuvo latente en mi vida, en el barrio de La Florida, en L’Hospitalet, desde mi juventud.

--¿Le atrae la idea de aplicar a la rumba tratamientos electrónicos en la línea de las modernas músicas urbanas latinas?

-- Sí, esa es la intención de Dicen, donde se mezcla lo actual y lo que fue. Es el comienzo de un nuevo camino. Yo creo que la tendencia de la música en español es esa. Hacia allí voy. Voy a intentarlo. Al menos para disfrutarlo al máximo. No le pondré puertas al campo.

--El pasado lunes estuvo en el Liceu como invitado de Luis Fonsi. ¿Una figura inspiradora?

-- En el 2008, 2009, cuando las cosas se pusieron de culo, Fonsi me echó un cable y me ayudó a poder empezar un trabajo en Latinoamérica. En el Liceu fue un placer acompañarlo. El éxito de Despacito es el factor X: imposible entender cómo de repente pasa algo así. Tiene 5.200 millones de plays. Ha cambiado todo tanto…

--¿Es posible que todo vaya tan rápido que meterse en la grabación de un disco entero sea arriesgado porque quizá cuando lo haya terminado las tendencias hayan vuelto a cambiar?

-- Sí, a la velocidad que va todo, igual en dos semanas algo queda antiguo [ríe]. A lo mejor, el concepto de lo atemporal, del disco como un libro, haya que pensarlo de otra manera.

--«Que digan lo que quieran/ que no importa nada», comienza la letra de ‘Dicen’.

-- Tiene que ver con las críticas que comporta asomarte a una serie de ventanas. Que digan lo que quieran. Mire, he cumplido 19 años de trabajo. No ha sido nada fácil, pero es lo que yo he elegido. No sé hasta qué punto tengo razón, pero soy dueño de mis decisiones, del timón.

--Participar en ‘talent shows’ como ‘La voz’ y ‘La voz kids’, ¿no es jugar con ventaja?

--No lo sé, sería injusto un juicio de este tipo. Usted me ha visto romperme la cara varias veces en todo tipo de escenarios. La voz apareció en mi vida, ha sido importante y cuento con ello en el futuro. Considero que es mío porque me lo gané.

--Además de ser cantante pasa a ser una celebridad.

-- No me pido imposibles, salir a la calle y pasar inadvertido cuando tres meses al año estoy saliendo en televisión. Sé bastante bien lo que quiero, a quién me dirijo y la forma de hacerlo. Es mi forma de trabajar y de vivir.

--En los últimos tiempos su carrera ha ido a todo trapo al tiempo que ha sufrido golpes en su esfera personal, las pérdidas de su productor y de la madre de su hijo. Estas sacudidas deben tener consecuencias en el artista.

-- Por supuesto, si no las tuviera estaría muerto, yo sería un palo. He perdido a personas importantes de mi vida y han sido las peores pruebas que jamás hubiese podido imaginar. Intento salvaguardar cada día mi carrera, mi vida y mis emociones para seguir adelante con mi hijo. Ha sido muy difícil, ni siquiera lo puedo explicar. Todo ha cobrado otra importancia.

--Bien, le aguardan dos conciertos en Cataluña. ¿Veremos a Pedro Javier Hermosilla en escena?

-- Sí, ahí estaré yo robándole todo lo que pueda [ríe]. Es un pedazo de cabrón, toca y canta que te mueres. A la gente le diría con humildad que venga con zapatillas de deporte y se ponga cómodo, porque daremos la vuelta al auditorio en los primeros 35 segundos. Hemos preparado un repertorio que va a una velocidad importante.

--Y el año que viene cumplirá 20 años de carrera. ¿Trama algo?

-- No lo sé, haremos una fiesta para celebrar lo viejos que somos [ríe]. Pero uno de los grandes hechos de mi carrera es lo que va a pasar a partir de septiembre con Único, una propuesta distinta a lo normal.

-- «No es ni un concierto ni una obra de teatro», dice el reclamo promocional de este nuevo trabajo.

-- Sí, es más fácil explicar lo que no es. Serán 110 funciones en teatros de toda España, como el de La Latina, de Madrid, y el Romea, de Barcelona. Nunca había hecho nada parecido. Mis pensamientos de futuro están ahí.