Más de 30 después de la muerte de Vladimir Nabokov por fin aparece mañana en castellano El original de Laura (Anagrama), uno de los textos más contestados en la siempre viva y muchas veces agria polémica: ¿debe ver la luz una obra sobre la que su autor ha dado instrucciones precisas de que debe ser destruida?

La viuda Véra Nabokov no tuvo la fortaleza suficiente como para entregar al fuego las 138 fichas manuscritas a lápiz tal y como le había ordenado el autor camino del hospital sabiendo que irremisiblemente iba a quedar inconclusa. Al morir Véra en 1991, la patata caliente del inédito pasó al hijo Dimitri, excantante de ópera, explayboy, traductor al ruso y al italiano de los libros de su padre.

El dilema de Dimitri no era fácil. Por un lado, muchos nabokovianos reavivaron el asunto del manuscrito olvidado en el 2005 lanzando a través de internet la dramática petición: "¡Dimitri, por lo que más quieras, no lo quemes!". Mientras tanto, Brian Boyd, el biógrafo canónico del autor de Lolita, había dado un dictamen no del todo positivo del texto: "Fulgurante, a la vez que fragmentario y truncado". El caso es que un buen día, Dimitri decidió sacarlo a la luz. ¿Por qué? Voces críticas aludieron al vil metal.

El original de Laura , un puñado de fichas jalonadas de tachaduras y borrones en las que es difícil establecer una secuencia narrativa clara, tuvo en el momento de su aparición en Knopf voces muy críticas. Martin Amis, por ejemplo, alegó motivos morales: no ya porque la novela fuera necesariamente fragmentaria sino porque, a su juicio, revelaba la decadencia de un genio. El editor Alexis Kirschbaum, por el contrario, rompió una lanza por los fieles lectores que desean ver cómo es una obra de Nabokov en estado larvario. Ninguna voz pudo dejar de lado lo que es bien sabido: que la gran preocupación del gran estilista norteamericano de origen ruso siempre ha sido la búsqueda de la palabra precisa a través de un obsesivo proceso de corrección.