Quienes no aprenden del pasado están condenados a repetirlo. Es una frase socorrida, sí, pero rigurosamente cierta. Y para comprobarlo no hay más que fijarse en la serie Mrs. America, de HBO España, que recrea las luchas feministas de hace más de cuatro décadas para explicar por qué, actualmente, la Constitución de Estados Unidos sigue sin prohibir la discriminación a las mujeres.

Su asunto central es la conocida como Enmienda de Igualdad de Derechos (ERA), proyecto legislativo diseñado para revocar en aquel país más de un millar de leyes estatales que amparan la desigualdad de género -como las que en determinados territorios estadounidenses impiden a la mujer acceder a ciertos empleos, o percibir salarios justos, o controlar sus cuentas bancarias- que lleva casi un siglo tratando de salir adelante, y que nunca estuvo tan cerca de lograrlo como durante la época en la que la serie transcurre.

A principios de los 70, en efecto, pareció que el pueblo estadounidense estaba listo para la ERA. En buena medida gracias al empuje de la periodista Gloria Steinem y otras activistas feministas, en 1972 fue aprobada por el Congreso y el Senado, y obtuvo inmediatamente la ratificación de 30 de los estados de la Unión. Bastaba con que ocho de los 22 restantes la respaldaran para que saliera adelante y, por tanto, la causa parecía ganada.

Buena parte de Mrs. America se fija en la mujer que logró evitarlo. Ama de casa orgullosa y madre de seis hijos, Phyllis Schlafly era una licenciada de Harvard que llegado el momento decidió crear la organización STOP ERA junto a otras mujeres en su mayoría blancas, profundamente religiosas y de ideología conservadora. Repudiaba el movimiento feminista porque, en su opinión, «enseña a las mujeres a ser víctimas del patriarcado, y eso es ridículo. Las mujeres estadounidenses son las personas más afortunadas que han vivido sobre la faz de la tierra».

Encarnada en la pantalla por Cate Blanchett -también coproductora de la serie-, Schlafly temía que la ERA socavaría la estabilidad de la vida familiar estadounidense y amenazara el rol social de las esposas y madres; proclamó que su aprobación obligaría a la población femenina a cumplir con el servicio militar y a renunciar a la pensión de los exmaridos -y, de paso, profetizó que el triunfo de las feministas conduciría al país a la depravación sexual y al asesinato masivo de seres humanos en el vientre de sus madres-; opinaba que Dios y la naturaleza diseñaron a la mujer para procrear y cuidar de la progenie, y que era necesario neutralizar toda amenaza a ese orden natural; y con ese fin no dudó en aliarse con grupos racistas ni en propagar rumores y noticias falsas -¿de qué nos suena eso?-. Finalmente, la feroz campaña de Schlafly propició la derrota de la ERA en 1982 y, en el proceso, no solo causó un daño grave al movimiento feminista sino que también inspiró una ola de conservadurismo en Estados Unidos que ayudó a aupar a Ronald Reagan a la Casa Blanca.

El pasado 15 de enero, Virginia se convirtió en el 38º Estado de la Unión en ratificar la ERA, y eso debería conducir a su entrada en vigor de no ser porque sus opositores en el Congreso siguen encontrando argumentos para posponerla. Mientras tanto, en ausencia de la ERA, a lo largo de las últimas décadas numerosos territorios del país han ido aprobando leyes estatales que promueven principios de igualdad de género. Asimismo, en junio del 2015 la Corte Suprema declaró que el matrimonio igualitario es legal en Estados Unidos, y en diciembre de ese mismo año el Pentágono anunció que las mujeres pertenecientes al ejército podrían combatir en conflictos armados en primera línea. El aborto, eso sí, sigue siendo, de momento, un tabú.

Debates pendientes

En todo caso, la mera existencia de Mrs. America es un recordatorio de muchos de los debates políticos y culturales que siguen abiertos en el país. Sin ir más lejos, Estados Unidos sigue negándose -igual que se niegan países tan avanzados en asuntos de género como Sudán, Somalia e Irán- a unirse a otros 187 países para ratificar la Convención de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. Y, después de todo, cuando Schlafly murió en septiembre del 2016 a los 92 años, seguía trabajando activamente para la causa conservadora en apoyo de Donald Trump. De seguir viva, sin duda estaría orgullosa de lo mucho que se ha esforzado el presidente por perpetuar su legado.