La distopía no ha sido un género especialmente practicado dentro del cine español y sin embargo muchos directores han logrado sacar partido a sus posibilidades metafóricas sin necesidad de grandes presupuestos, apostando por el minimalismo y la fuerza de los símbolos.

Dentro de esa categoría, la ciencia ficción indie, podríamos situar a la ópera prima de Galter Gaztelu-Urrutia: una producción artesanal vascocatalana que comenzó siendo una obra de teatro y que consiguió adquirir una dimensión cinematográfica hasta convertirse en un auténtico fenómeno mundial tras triunfar en el Festival de Toronto y en el de Sitges, donde se alzó con cuatro galardones.

El hoyo nos adentra en un único espacio vertical dividido en una serie de niveles que se extienden hasta el infinito ocupados por dos personas que solo pueden elegir un objeto durante su encierro. Goreng (Iván Massagué) elige El Quijote y se encontrará atrapado en un mundo con unas reglas inhumanas y sádicas y un compañero de celda, Trimagasi (un perturbador Zorion Eguileor) acompañado de un cuchillo.

Cada día, bajará una mesa repleta de comida. Aquellos que ocupan los primeros pisos se saciarán hasta reventar, pero ¿qué pasa con los que se encuentran en el nivel 200? Que no les llegará nada. Si esa comida se racionara, habría para todos, pero nadie está dispuesto a generar una conciencia solidaria.

«El reparto de las riquezas es un gran dilema universal», cuenta a este diario Gaztelu-Urrutia. «Y a través de ese elemento alegórico social, queríamos construir un thriller fantástico con un elemento de horror y oscuridad».

Precisamente, El hoyo se estrenó el mismo año que Parásitos, la película de Bong Joon-ho (que también sigue en cartelera), con la que comparte temática en torno a la lucha de clases. «Muchos han comparado El hoyo con otra de sus películas, Rompehielos (Snowpiercer), en la que los estatus sociales se dividían por vagones. Pero lo interesante de Parásitos es que tiene muchas más capas de lectura, que su discurso en torno a ricos y pobres no resulta nada simplista», asegura el director de la cinta.

En ese sentido, el guion de El hoyo, escrito por David Desola y Pedro Rivero, aporta un twist realmente macabro: cada mes los habitantes de este ecosistema serán cambiados de nivel. Puede que les toque arriba, o puede que muy abajo. Y cuanto más abajo, el juego de la supervivencia se pone bastante truculento. Comerse al compañero o morir, esa es la cuestión principal en esta película.

INTERPELAR AL ESPECTADOR / «Nosotros lo que queríamos era interpelar al espectador. ¿Qué harías tú en estas circunstancias, si un día lo tienes todo y otro no tienes nada? Tampoco queríamos dar soluciones ni ser moralistas, sino generar reflexión. Podemos seguir echándole la culpa a los de arriba, pero eso no nos va a eximir de nuestras responsabilidades. Vivimos en un mundo cada vez más individualista y echamos la culpa de nuestras miserias a los que son más egoístas que nosotros».

La película ha sido comprada por Netflix para su distribución internacional. Habría que preguntarse por qué raras avis como El hoyo, imaginativas, valientes y que se saltan los patrones establecidos son las que precisamente adquieren una resonancia más allá de nuestras fronteras, mientras las fórmulas manidas de siempre que copan las carteleras se quedan en el olvido.