THte aquí a un auténtico escritor con una sobresaliente primera novela. Un paisaje desértico, un niño acosado y un pastor anciano son los austerísimos materiales de una trama delgada y sin embargo absorbente. No hay nombres, ni época ni ubicación geográfica, solo un páramo abrasado por el sol (un llano en llamas), un muchacho que huye hacia ningún sitio sin que de entrada sepamos de qué, en todo caso del Mal, y un viejo cabrero lacónico, de gesto hosco y actitud compasiva que se parece mucho a una encarnación del Bien.

Añádanse a estos elementos la violencia latente (que habrá de ser muy patente) y el sufrimiento físico del fugitivo, y será inevitable que nos venga a la cabeza el mundo árido del wéstern, de los castigos bíblicos del Antiguo Testamento, las novelas de Cormac McCarthy (y quizá algunas de William Faulkner ), los relatos de Juan Rulfo o Juan Carlos Onetti , algunas páginas de Miguel Delibes (de 'Las ratas') y Juan Benet1, pero también los desiertos metafísicos de Kafka1 o Dino Buzzati . No es mal linaje literario el que ha escogido Jesús Carrasco (Badajoz, 1972) y eso mismo acredita su independencia y audacia en un panorama en el que la novela simbólica y la de marco rural cotizan a la baja.

Pero los valores de 'Intemperie' trascienden con mucho la osadía de haber optado por una narración intemporal (aunque todo parece suceder a mediados del siglo pasado), sin anclaje espacial preciso, con personajes anónimos y de tema universal, como es el miedo. Uno de sus méritos concierne al desarrollo de la acción, de tempo variable, unas veces acompasado a la lentitud elástica que inducen el agotamiento del sol y la sed, otras veces acelerado por el súbito desencadenamiento de un acontecimiento temido. Carrasco juega con los tiempos a través de descripciones minuciosísimas de objetos y de procesos, en las que hace un alarde lingüístico y con las que dota de materialidad lo descrito, como si lo viéramos bajo la luz intensa que hace hervir las piedras. Otro mérito consiste en vaciar la psicología de sus criaturas y rellenarlas con sustancia arquetípica, lo que facilita una conexión inmediata con el imaginario mítico del propio lector.

De este modo, frente al niño víctima asociado a la naturaleza inocente se erige el alguacil, el perseguidor corrupto que lleva consigo la destrucción, mientras se interpone entre ellos la figura frágil del hombre justo, el cabrero. La fuerza que transmiten estos arquetipos contribuye a dar consistencia al universo moral de la novela.

Consideración aparte requiere el estilo, pues es en su esmerado pulimiento y contenida exactitud donde se muestra el talento laborioso de Carrasco. Su prosa no conoce el apremio, busca la expresión más ceñida y la palabra justa, sin que ello excluya esporádicas metáforas o imágenes poéticas que suelen fijar un estado de ánimo traducido en el paisaje.

La escritura sobria y morosa ayuda a intensificar el dramatismo y a densificar una atmósfera de terror y asfixia. 'Intemperie' es un relato sobre la vileza pero también sobre la solidaridad, el arrojo y la construcción denodada de la esperanza. No sería buena idea pasar de largo ante esta inopinada joya literaria.