THtace poco más de un año que murió pero su presencia se perpetúa intacta en la memoria añorante y evocadora de todos sus lectores. Con el paso del tiempo su figura se agiganta aún más.

Rescató con honestidad, sin rencor alguno, el testimonio de mujeres amenazadas en su libertad o en su dignidad. Tales fueron, por ejemplo, aquellas republicanas de la guerra civil, unas mujeres al límite de su suerte, jamás escuchadas, para quienes aquella guerra devastadora se prolongó hasta su muerte. Utilizó para ese fin un lenguaje impregnado de una singular dimensión poética. Y es que Dulce Chacón fue poeta antes que novelista. "¿Poeta o poetisa?", le preguntó en una ocasión el entrevistador. "Poeta, poeta, sin duda. Poetisa me parece un adjetivo. Y si los hombres quieren diferenciarse que se llamen a sí mismo poetos".

Los poetas como ella nos enseñan a hacer más valiosa la realidad. Es difícil no ver los paisajes humanos desde la poesía. Fue una cronista de las cosas que pasan dotada de una inagotable voluntad de expresarse.

Fue una guerrillera de la palabra. Hizo de la palabra la razón de su existencia. La tomó para sí con soltura e ingenio. Pero también la tomó con justicia para otros y otras. Y, también ausente, bloqueada, esa palabra inarticulada fue la clave del drama de la incomunicación entre hombres y mujeres. Tal sucede en sus novelas. En La voz dormida el contenido predomina sobre la técnica y el estilo. Con un lenguaje apresurado, como si presintiera su próximo final, pero con una dimensión emocional singular, dio a conocer la voz de aquellas mujeres presas en la posguerra para que a la derrota de las armas no se les añadiera la del silencio y el olvido. Escribía con la misma elegancia que conversaba. Tuve la fortuna de verificarlo en un único encuentro efímero con ella. Aquellas Reme o Esperanza o tantas otras fueron unas heroínas anónimas, excluidas de la historia, milicianas anónimas, guerrilleras desconocidas. No distinguidas con la fama como Victoria Kent ni Federica Monseny o Dolores Ibarruri. No, ella quiso rescatar a esas otras mujeres perdedoras, desconocidas, consecuentes con sus ideas, mujeres admirables que supieron conservar la dignidad personal.

A todos nos han conmovido esos dramas femeninos en los que tan latente y lacerante estuvo presente la derrota inevitable y despiadada. Con maestría supo conciliar su vocación de escritora comprometida con la honestidad y el respeto a la realidad. No valió para ella aquello de "escritor comprometido, escritor oportunista".

En realidad no temió que la tacharan de escritora comprometida. Nunca fue una escritora interesada. De esas mujeres sin voz a las maltratadas de hoy por la incomunicación como la protagonista de Algún amor que no mate sólo hay diferencias contextuales. ¡Qué escaso ha sido el progreso moral de nuestra sociedad! Autora de una prosa espléndida, ágil, tuvo un dominio excelente de la técnica narrativa y supo conectarse con los problemas sociales de su tiempo. Su ciudad natal, Zafra, le ha rendido un merecido reconocimiento.

En unos tiempos saturados de tanta basura literaria, escritores como Dulce Chacón, o como Terenci Moix, Vázquez Montalbán, Gironella, todos ellos fallecidos también hace poco más de un año representan una pérdida inconmensurable. ¿Cuál hubiera sido su madurez? No es difícil contestar a esta pregunta. La malograda Dulce Chacón, serenada su pluma con el paso de los años, sedimentado su universo emocional e ideativo, hubiera alcanzado, sin duda, las cimas de la literatura de nuestro tiempo.