Veinte años después de escribir El nombre de la rosa , y tras hacer incursiones en la época medieval y barroca, Umberto Eco ha puesto el retrovisor para sumergirse en su infancia italiana y construir una época marcada por los ecos militares del fascismo y la cultura popular, en la Misteriosa llama de la reina Loana , una novela, que acaba de editar en España Lumen, y con la que el autor quiere, según explica, a través de un cuestionario, que "los lectores jóvenes descubran un mundo que no es suyo pero en el que se crearon las premisas del mundo en el que viven hoy".

Y es que en la reina Loana, nombre de la heroína de un tebeo muy popular en los años 30 en Italia, Umberto Eco (Alessandria, 1932) crea a un personaje protagonista, Giambattista Bodoni (Yambo), otro nombre que hace referencia a un antiguo tipógrafo, que tras un accidente pierde la memoria emocional.

Pero no así la "memoria mineralizada" --como él misma la llama--, una memoria colectiva hecha a base de libros, periódicos, discos, envoltorios de chocolate o juguetes con los que intenta poner en pie lo vivido, ya que no sabe ni que está casado, ni reconoce a su hijos y nietos.

"Hace tiempo que tenía en mente escribir los recuerdos de mi infancia. Nos pasa a todos cuando nos hacemos viejos, pero no quería hacerlo en primera persona, y se me ocurrió crear a este personaje que no recupera su memoria, eso ya hizo Proust, sino la memoria colectiva, objetiva. Y todo ello lo he hecho para sentirme libre de arreglar cuentas, no conmigo mismo, sino con una época", dice el autor.

El libro incluye doscientas ilustraciones, pero admite que durante años ha recopilado unas mil imágenes atesoradas en su inmensa biblioteca y en los libros y tebeos de su infancia.

LA HISTORIA Todo para reconstruir la memoria de su protagonista, quien sube al desván de su casa de campo para buscar los objetos que le den alguna referencia. Y durante las dos primeras partes del libro, reconstruye la historia de su generación.

"Redescubre la historia de una infancia esquizofrénica, cuando por un lado nos educaban en el culto al heroísmo y la muerte y, por otro, se escuchaban canciones como Pippo no lo sabe .

Una infancia y juventud que es también la del escritor y semiótico y que le lleva a aclarar que "diría que hemos vivido una infancia esquizofrénica, felizmente esquizofrénica.