Aplausos moderados, sensación de decepción e incluso algún abandono antes de tiempo. Estas fueron algunas de las reacciones que despertó ayer entre las gradas la primera representación en Mérida de Edipo, una trilogía . Y es que la versión del francés George Lavaudant sobre la mítica historia del héroe tebano no puso las cosas fáciles al público.

Una concepción vanguardista, la escasez de movimiento en los actores o la oscuridad de la puesta en escena durante gran parte de la obra fueron tal vez los factores determinantes para que el drama que se desarrollaba en escena no terminará de llegar al público. Y todo ello a pesar de la claridad y fuerza incontestable del texto adaptado por Eduardo Mendoza y del buen trabajo interpretativo de los actores, entre los que se elevó sobre el resto la imponente figura de Eusebio Poncela. También destacó el buen hacer de Rosa Novell como Yocasta o la interpretación de Pedro Casablanc como Creonte, un poco plano al principio y mucho mejor en sus duelos dialécticos con Antígona al final de la obra.

La compleja historia de los Labdácidas --los descendientes de Lábdaco, padre de Layo y abuelo de Edipo-- se presenta a través de las tres tragedias que Sófocles escribió sobre el tema y que aquí se ordenan de manera lineal en un arco lógico. Cada una de las partes de esta trilogía recreada (Edipo Rey, Edipo en Colono y Antígona ), tiene su propio planteamiento y su diferente ambiente escénico.

El oráculo

Comienza la representación con Edipo Rey , quizá el montaje menos estridente, ya que todo se desarrolla en una especie de sala de cine vacía. Edipo --recreado por un Poncela soberbio y contenido-- indaga en su pasado, se enfrenta a las visiones del oráculo Tiresias (Miguel Palenzuela), litiga con Creonte y desobedece los sabios consejos de su esposa y madre Yocasta.

Tras resolver la trágica madeja de sus orígenes y emprender Edipo el exilio, el sonido estereofónico de coches y helicópteros sirven para dar paso a Edipo en Colono . El ambiente sencillo de la primera parte se vuelve fantasmal y oscuro en la segunda, mientras unas imágenes crípticas se proyectan en una pantalla al tiempo que se desarrolla la acción. Así, encontramos a un Edipo destrozado por el destino de su estirpe acosado por unos hijos que necesitan su apoyo en la particular guerra que mantienen por el poder en Tebas.

Con la muerte del hijo de Layo en soledad, el drama recae sobre Antígona (encarnada por la catalana Laia Marull) durante la última parte de la trilogía. Aquí la controvertida propuesta de Lavaudant se vuelve a poner de manifiesto en una escenografía de toques kistch , con elementos como teléfonos o secadores de pelo y más proyecciones de difícil interpretación. El conflicto entre Creonte --representante del poder-- y Antígona --que personifica la rebelión-- se resuelve con diálogos de alta carga dramática, mientras la tragedia se encamina hacía su inevitable resolución.

Algunos problemas técnicos, tanto sonoros como de tipo visual, empañaron el estreno de una obra compleja, densa y oscura, y a la que buena parte del público presente en el teatro (casi 2.000 espectadores) costó asimilar. Tal y como ha pasado otras veces en el Festival de Mérida, un montaje que prometía un gran resultado queda desdibujado por culpa de un excesivo afán de vanguardia.