Eduard Punset (y con él cientos de miles de lectores) viajó a la felicidad. Pero se dio cuenta de que les hablaba de algo mucho más raro que su reverso oscuro, su antimateria: la infelicidad. Y esta (por qué es ubicua y cómo evitarla) es la que acaba dando una cierta unidad a los temas diversos que recorren su último libro, Excusas para no pensar (Destino), que el martes llegó a las librerías. Una reelaboración de tesis expresadas en conferencias, artículos y guiones televisivos que tiene desde ya en marcha una segunda edición.

¿Qué tienen que ver la infelicidad con las excusas para no pensar del título, o su revés, que es de lo que en realidad habla Punset, es decir, de que no hay excusas para no pensar? Que una de las razones de la "capacidad infinita para ser infeliz" del ser humano, explica, es la resistencia "a cambiar de opinión, de actitud". A pensar, a aprender, a reaccionar.

En lo que podría parecer una contradicción, Punset dedica parte del libro a recordar que la razón está sobrevalorada frente "al valor del pensamiento inconsciente, de lo instintivo", de unas reacciones que pueden exhibir "miles de años de fiabilidad". El conflicto, según el popular pensador-divulgador, no se establece entre razón o emoción, entre técnicos y magos, sino entre un pensamiento abierto a la revisión y el dogmatismo inmóvil.

Y es que, sostiene, "lo que nos ha hecho diferentes del resto de animales no es ni la capacidad del lenguaje ni la de fabricar herramientas, sino el aprovechamiento de las redes sociales", de la capacidad de acumular y compartir conocimientos colectivamente.

¿QUE HACER? ¿Pero entonces, qué hacer, en tiempos de crisis? Una: "Aceptar que necesitas un cierto nivel de ansiedad para sobrevivir pero evitar el miedo inmovilizador y absolutamente innecesario".

Eso cuando ya se está dentro del tsunami. Otra, saber sintetizar la vocación, el interés y la diversión con "la dedicación y el esfuerzo".

Y aún otra más, esta pensando en el futuro: "Procurar que los niños de 3 a 9 años, esa fase crucial, adquieran una cierta autoestima y seguridad para relacionarse con los otros, y derrochar en ellos tanto afecto que les genere la necesidad de seguir profundizando en el conocimiento y el amor a los demás durante su vida". Es decir, empatía, cooperación y curiosidad. Todo lo contrario que las excusas para no pensar.