Ahora le ha tocado al Joker. Que incita a la violencia, que podría impulsar a la comisión de actos terroristas porque muchos (o pocos) individuos se pueden ver representados en este tío incel (un incel es una persona que es involuntariamente célibe: es decir, que querría liarse con una tía -suelen ser hombres heterosexuales-, pero no hay ninguna que le haga caso, porque las habilidades sociales, en esto del ligar, desempeñan su fundamental papel) y encontrar la catarsis (la catarsis, la expresión artística, el motor de su vida de pajillero profesional) cometiendo actos terroristas a diestro y siniestro.

Como hay festivales de cine con jurados que entienden de cine, Joker se llevó el León de Oro en Venecia y nos alegramos porque a Joaquin Phoenix le daríamos todas las estatuillas que le cupieran en casa. De los debates en el mundo cultural, la infantilización en los guiones de cine y en las obras de teatro, los alegatos finales sobre que tenemos que ser muy buenas personas, cuidar el planeta, acoger a los diferentes y bailar en corro agarrados de la mano ya he hablado muchas veces en esta misma página. La cuestión es que ya estamos tan abajo que hay que comenzar a explicar qué es el pacto de ficción y que no es labor de ninguna obra artística educar a sus espectadores, oyentes, televidentes, lectores, público en general. Educado se viene de casa. Ni siquiera del colegio: de casa.

El arte está para otros debates. Islas es lo que somos / a veces el agua nos distrae / pero no nos mueve. Lo escribe Mercedes Halfon, que estará en Cáceres el día 2 de octubre a las ocho de la tarde en la librería El pájaro azul. Es el ciclo Centrifugados, que se ha realizado ya más veces en este mismo lugar o en Psicopompo. Empezó a escribir poesía en la adolescencia, durante unas vacaciones en el sur de la Argentina. «Me acuerdo de que escuchaba música con walkman junto a un lago con fondo de montañas y, sobre el ritmo de esa música, empecé a anotar cosas en un cuaderno». A Sebastián Bianchi, que estará el día 3 de octubre, a las 19.15 horas, en el palacio de la Isla, le gustan las tecnologías pobres: «El lenguaje, con sus palabras cotidianas y raras de los diccionarios, es una tecnología bastante simple, comunitaria, que crece en la plaza pública, en el sermón o la viñeta. El cuaderno, con sus tapas blandas o duras, sus hojas rayadas, sus larguísimos renglones oscuros, y la lapicera, la birome [la birome es como se llama en Argentina, Ururguay o Paraguay a lo que en España conocemos como bolígrafo], el sacapuntas -en su conjunto- son tecnologías accesibles. La literatura, a pesar de haber acumulado mucho prestigio (haberse capitalizado a favor de la institución Literatura), viene del canto de la guerra y de las primeras adivinanzas, del juego de palabras y las onomatopeyas. De la gratuidad y del grito». Eso dice en Op.Cit, un blog de poesía argentina, hispanoamericana y traducida.

Escribir nos ha servido para reflexionar más y mejor, para pensar contra nosotros mismos, para inventar otros mundos o para darnos cuenta de lo enormemente asombrosa que puede ser la cotidianeidad: calentar las manos en la taza del café por las mañanas, no querer que acabe el verano pero comenzar a comprar calabazas y cambiar los gazpachos por las sopas de legumbres, ponernos en la piel de un soldado, una mujer violada a la que nunca creyeron, un puñado de mosqueteros, varios elfos y hobbits y enanos intentando destruir un anillo, vampiros, caballeros andantes o madres agobiadas porque tener hijos no era lo que les habían prometido.

El cine también sirve para eso. En Largo viaje hacia la noche, de Bi Gan, que se podrá ver en Mérida el lunes, a las 19.30 horas, y a las diez de la noche, Luo Hongwu regresa a Kaili, una ciudad en un valle, rodeada de montañas preciosas, para buscar a la mujer que ama. Entra en un cine y se pone unas gafas para ver la película en 3D. Los espectadores también hemos de hacerlo. Así la concibió Bi Gan, que ha rodado dos filmes (el primero transcurría también en Kaili, Kaili Blues) y que tiene 30 años recién cumplidos.

El amor, la memoria, los recuerdos. Los duelos, también: Lo que queda de nosotros sigue de gira: están esta noche en Villanueva de la Serena, en el palacio de congresos, a las nueve. Ya he hablado de ella aquí, pero lo recuerdo: Esteban García Ballesteros es Toto, un perro (el teatro es maravilloso, ¿no creen?) e Isabel Moreno es Nata, una adolescente que ha perdido a sus padres y que no quiere establecer ningún vínculo, siquiera con un animal. Es una obra dulcísima y maravillosa, dirigida por Domingo Cruz y con escenografía de ese hombre del Renacimiento que es Diego Ramos, y es de esas piezas teatrales que vas recomendando a todo el mundo, acá y acullá, con la advertencia imprescindible de que se lleven un pañuelo y con el deseo de que aprendamos que adoptar a un ser vivo es un compromiso vital, que los animales no se compran y que se puede tener una relación plena y maravillosa con seres de otra especie.