Fue una de las escritoras más populares de la moderna China antes de la llegada del comunismo. Pero hoy en Occidente, Eileen Chang, perdida en la confusión de los vaivenes de la historia, necesita bastante presentación. No así en su país de origen, donde sus libros, los antiguos y los póstumos, todavía alcanzan hoy ventas millonarias. Eileen Chang (Shanghái 1920--Los Angeles, 1995) fue una mujer moderna para los patrones de la época, una escritora sutil y a la vez muy comercial.

Para ser por fin descubierta se publica ahora su nouvelle más conocida, Un amor que destruye ciudades (Asteroide), una historia de amor tan sutil y elíptica como el Deseando amar de Wong Kar-Wai, en el que es fácil imaginar a la protagonista vestida con aquellos elegantes qipaos --el ajustado vestido chino-- del filme. Ella es una joven divorciada en busca del amor y de la estabilidad económica con la reputación siempre en la cuerda floja. Los días son aquellos revueltos y destructivos de la ocupación japonesa. La otra tarjeta de presentación de Chang es la película que el taiwanés Ang Lee hizo de su relato Deseo, peligro . El realizador, gran amante de sus libros, la definió muy certeramente como ±el ángel caído de la literatura china".

HUIDA A ESTADOS UNIDOS La revolución maoísta obligó a la autora a enfrentarse al ostracismo en la China continental, donde sus novelas --consideradas "banales novelas de amor"-- fueron una reliquia a extinguir. Siguieron leyéndose devotamente en Hong Kong, en Taiwán y en la comunidades chinas de Estados Unidos. Allí emigró la escritora en 1955. Atrás dejaba un matrimonio desgraciado con un escritor chino colaboracionista durante la ocupación japonesa y una infancia marcada por el alcoholismo paterno, dos situaciones que se reflejaron una y otra vez en sus historias.

En Estados Unidos volvió a casarse con el norteamericano Ferdinand Reyher, un guionista de Hollywood amigo de Bertolt Brecht. Acusada tanto de comunista como de agente de la CIA, Chang siguió escribiendo en chino y en inglés novelas que poco o nada tenían de políticas. Con los años, ya muerto su marido, dejó de atender las llamadas de sus editores, acumuló novelas sin publicar y se negó a dar entrevistas o a recibir premios. Las únicas imágenes que circulaban se remontaban a los años 30.

Cuando murió lo hizo en la más absoluta soledad. Su cuerpo fue encontrado varios días después de su fallecimiento. De hecho, la soledad había sido uno de sus temas favoritos. Murió como vivió.