Raúl Rodríguez (Madrid, 1974) ya trabaja en su tercer disco, en esa línea propia que él mismo define como «AntropoMúsica creativa». Canciones nuevas creadas a través de los recuerdos que ha ido atesorando en los viajes de los últimos años por tierras exóticas como Bamako, Malabo, Veracruz, New York o Madagascar. «Un viaje de vuelta a casa», asegura. Raúl Rodríguez, músico, antropólogo cultural, productor, compositor y guitarrista continúa así, con esa búsqueda que impregna todo lo que hace. «A partir del lenguaje flamenco puedes comunicarte con todas las culturas sin perder nada en el viaje», comenta, mientras nos habla de su convivencia con los y las músicas de los años 70 y 80 que tanto han marcado su trabajo Raíz Eléctrica. Una obra que, desde que se publicara, no ha parado de recibir buenas críticas y reconocimientos. Afro-flamenco-electrónico que al hijo de la artista-icono Martirio, no supone ningún esfuerzo, ni aunar ni entender. «Tanto con mis padres como ahora con mis hijas, la música en mi familia es el campo de juego común que ayuda a que nos conozcamos mejor y nos queramos más». Continúa por tanto el pentagrama de creatividad en esta saga, que tiene la capacidad de encontrar lo extraordinario en lo más ordinario. Pasen y lean.

-Productor, creador de instrumentos o antropólogo. ¿Cuál de estas capacitaciones le ha aportado más a su crecimiento personal y profesional?

-Para mí, la labor creativa tiene un carácter multiforme e intento comprenderla de manera muy interdisciplinar, aprendiendo de todos los pasos de este camino. La mirada de antropólogo hace que la música que hago pueda tener otros significados, derivados de ese enfoque holístico con el que busco entender el misterio de la creatividad.

-La crítica le define como «rockero andaluz alucinógeno» o «artista excepcional» de «dominio audaz del ritmo», pero usted, ¿cómo se define?

-«Si quieren saber quién soy / yo soy un secreto a voces / y cualquiera me conoce / por los pasitos que doy» (‘Yo voy vendiendo candela’). Me define lo que hago, me doy a conocer a través las letras que canto.

-En estos momentos en los que la pandemia no solo arrasa vidas, la cultura es una de las grandes afectadas, ¿qué soluciones cree que se deberían ofrecer a su sector?

-Creo que debemos cuidar mucho nuestro tejido creativo, es ahí donde viven las ideas que aún no han nacido. Sobrevivir es la primera tarea pero es muy importante saber qué queremos hacer con la vida y ahí entra la cultura, que es la escuela emocional de los adultos. Hay que dignificar el trabajo creativo con medidas legislativas que ayuden a que sea viable haciendo visible esa necesidad que no es solo nuestra, también lo es de toda la sociedad.

-En ‘La Raíz Eléctrica’ consigue la convivencia natural de ‘las músicas de raíz’, ¿cómo fue el proceso?

-Gracias a mi crianza entre los músicos andaluces de los 70 y 80 sé muy bien que ese proceso no es inmediato. Intentar hacer cosas nuevas desde la raíz es una búsqueda de alcance largo y se debe tener una mezcla equilibrada de osadía y paciencia. Para que cristalicen instrumentos y géneros nuevos necesitamos dejar que pase el tiempo a través de nosotros, asimilar las influencias e integrarlas después en un lenguaje propio que sea compatible con el que se habla en tu comunidad. A través de mis viajes convivo con músicas de muy distinto pellejo buscando el hueso común en todas ellas. Intento alimentar esa trama de raíces cruzadas que une a la música de naturaleza flamenca con otras músicas de ese circuito internacional del Caribe Afro-Andaluz del que habla el gran Antonio García de León. En el trabajo que llevo haciendo en los últimos años, uno de los focos principales que alumbran esta investigación es la huella de origen africano en la cultura flamenca y en muchas de las músicas que llamamos «de raíz» en las que, además de elementos autóctonos de cada lugar, podemos encontrar también rasgos de un código común que viene de las culturas de la costa occidental africana que, con el desarrollo de la trama de la esclavitud de forma masiva desde el siglo XV, fueron claves que se expandieron por muchos puertos cristalizando en géneros como el tango argentino, el son cubano o jarocho y el blues norteamericano. Hay elementos compartidos en las músicas de los pueblos que tuvieron esclavitud de origen africano y eso sucede también aquí, se tenga mayor o menor conciencia de ello. Hay una trama subterránea que une lo que suena en Mali, en Haití, en Cuba, en México o en Andalucía. En La Raíz Eléctrica trato de unir esos puntos en un mapa sonoro imaginario para crear música nueva desde un lugar que ponga a la vista esa venganza dulce. Aquellos ritmos que llegaron como esclavos, hoy son las danzas que nos hacen libres a todos.

-¿Qué cree que aporta el ‘afro-flamenco-eléctrico’ más allá de la propia música en sí?

-Aporta la idea de que podemos seguir inventando desde los fundamentos de nuestra cultura, haciendo tangible el concepto de que «la creación es la madre de la tradición». La investigación histórica y antropológica me lleva a considerar que nuestra música pertenece a un mapa temporal y geográfico mucho más amplio culturalmente de lo que hemos podido imaginar hasta ahora, y eso nos abre la puerta a un campo creativo enorme para poder ahondar y trabajar en una nueva música flamenca que sea consciente de su diversidad y la integre de una forma constructiva, para que la rueda creativa siga rodando.

-El flamenco, en ‘La Raíz Eléctrica’ como vehículo conductor. ¿Tanto da de sí?

-El flamenco tiene influencias y ecos de muchos creadores implicados. Es una cultura llena de muchas otras, una síntesis muy especial que siempre está en permanente reelaboración. A partir del lenguaje flamenco puedes comunicarte con todas las culturas sin perder nada en el viaje.

-En el documental ‘Menese’ acompaña a Laura Vital con la nana ‘No te desveles’ ¿Qué le quita el sueño a Raúl Rodríguez?

-La falta de empatía, lo poco que sabemos ponernos en la piel de los otros.

-¿Qué no se puede hacer con música?

-La música es la llave mágica que abre puertas en los muros. Con música es posible hacerlo todo y, sin música, nada.

-Hijo de Martirio, con la que musicalmente ha colaborado en multitud de proyectos, también acaba de producirle un disco a su padre. Durante su infancia, ¿qué fue lo primero que aprendió de ellos sobre el arte y el respeto a la música?

-Que para hacer lo que se ama, hay que amar lo que se hace. Tanto con mis padres como ahora con mis hijas, la música en mi familia es el campo de juego común que ayuda a que nos conozcamos mejor y nos queramos más.

-¿Qué ha aprendido del flamenco que no supiera hasta ahora?

-Que lo que hagas sonar en el mundo tiene que ser verdad dentro de tu corazón.