La nueva película de Martin Scorsese, 'El irlandés', acaba de llegar a los cines, y es probable que a la mayoría de quienes ya la han visto les cueste creerse que durante una década pareció condenada a no existir nunca; ningún estudio de Hollywood quiso invertir el dinero que hacerla requería. Y entonces Netflix acudió al rescate con sus inagotables recursos económicos; al final, completarla ha costado 160 millones de dólares.

El irlandés, recordemos, repasa la vida del matón Frank Sheeran (Robert De Niro) a lo largo de seis décadas. A medida que él y el resto de personajes envejecen, sus rostros van añadiendo canas y arrugas pero, tanto en su juventud como en su senectud, son encarnados por los mismos intérpretes. Durante buena parte de su presencia en pantalla, pues, tanto De Niro (76 años) como Al Pacino (79) y Joe Pesci (76) aparentan ser unos cuarentones. Y es lograr esa ilusión lo que elevó de forma extraordinaria el coste de la película. Scorsese contrató los servicios de la célebre productora de efectos visuales Industrial Light & Magic para que diseñara una tecnología con la que rejuvenecer digitalmente a los actores, eliminándoles las arrugas, estirándoles la piel y estrechando sus contornos.

El proceso resultante podría definirse como una cirugía cosmética virtual: para capturar a De Niro y compañía en escena, en cada plano ILM usó una cámara principal y otras dos secundarias, que permanecían conectadas a un 'software' capaz de alterar en tiempo real hasta los más leves movimientos y expresiones faciales. Ello evitó tener que recurrir prótesis y pesados maquillajes, que inevitablemente habrían perjudicado las interpretaciones. Por supuesto, todos tenemos una idea de cómo actuaba De Niro frente a la cámara cuando tenía 30 o 40 años, y la versión retocada por ordenador que aparece en 'El irlandés' no tiene mucho que ver con ella. En cualquier caso, lo que la película logra no podría haberse obtenido usando postizos o potingues o imágenes de archivo; y, de hecho, podría abrir un camino revolucionario hacia el futuro del cine.

Un Robert De Niro maduro en 'El irlandés', de Martin Scorsese.

Hasta hace relativamente poco, Hollywood se limitaba a crear seres humanos por ordenador para que hicieran bulto al fondo del plano. En el 2006, en su primera escena,' X-Men: La decisión final' introdujo versiones digitalmente remozadas de los actores Patrick Stewart e Ian McKellen que, eso sí, los hacían parecer adictos a la cirugía plástica barata.

Y, aunque Brad Pitt resultó más convincente sometido a un envejecimiento extremo de cuello para arriba en 'El curioso caso de Benjamin Button' (2008), el uso posterior de la tecnología de rejuvenecimiento -sobre Jeff Bridges en 'Tron: Legacy' (2010), sobre Arnold Schwarzenegger en 'Terminator: Génesis' (2015), sobre Robert Downey Jr. en 'Capitán América: Civil War' (2016) o Kurt Russell en 'Guardianes de la galaxia Vol. 2' (2017)- ha dado resultados que van de lo pasable a lo inquietante. Y si Samuel L. Jackson daba el pego 30 años más joven en 'Capitana Marve'l (2019) es en buena medida porque en la vida real lleva décadas sin apenas envejecer.

Por lo que respecta a 'Géminis' (2019), en la que Will Smith se enfrentaba a un clon de sí mismo creado 25 años atrás y decidido a matarlo, fue completada a través de una tecnología distinta, la misma usada en su día para convertir al actor Andy Serkis en 'Gollum'. Tampocó llegó a funcionar del todo.

LA FUENTE ETERNA DE LA JUVENTUD

Sea como sea, cabe poca duda de que recrear digitalmente el trabajo de intérpretes de carne y hueso será cada vez más fácil, barato y eficiente; de que, al fin, Hollywood ha hallado su versión de la fuente de la eterna juventud. Si una estrella decide retirarse a causa de los achaques, los estudios podrán tomar imágenes antiguas de él para reusarlas y reconfigurarlas en una nueva película. Y eso abre una miríada de posibilidades pero también ha planteado cuestiones éticas, especialmente desde el estreno de 'Rogue One: una historia de Star Wars' (2016), que incluía interpretaciones de Peter Cushing y Carrie Fisher creadas digitalmente después de que ambos hubieran fallecido.

Si los actores pueden generarse completamente por ordenador, ¿qué valor tienen? Si los intérpretes ya famosos pueden encarnar personajes de todas las edades, ¿qué opciones les quedan a los nuevos talentos? Si la tecnología permite a cualquiera lucir en pantalla el rostro de Tom Cruise, ¿para qué gastarse el dinero en contratar al verdadero? Y, volviendo a 'El irlandés', ¿quién tiene ahora los derechos de explotación de la versión joven de De Niro? ¿Pertenecen al actor? ¿A Netflix? ¿A ILM? Son muchas preguntas.