De Cervantes Rafael Sánchez Ferlosio pasó a Velázquez, que, "en la atribulada corte de Felipe IV", tomó "magistralmente su puesto como paladín del carácter", como quedó patente en la galería de personajes que muestran sus cuadros. El autor de ´El Jarama´ se apoyó en Hegel para ilustrar el eje central de su discurso: "la oposición entre el orden del carácter y el orden del destino", y acudió a un pasaje de la ´Filosofía de la Historia´ hegeliana para meditar sobre "la felicidad" y "la satisfacción", términos que hoy día son casi sinónimos. "En un mundo de sujetos cada vez más dominados por el paradigma competitivo del ´ganar y perder´ el lugar de la felicidad viene siendo usurpado y colmado por la satisfacción como única forma conocida de contento humano". Don Quijote "está en la encrucijada conflictiva entre el orden del carácter y el orden del destino". Nadie cuestiona que Don Quijote y Sancho son personajes de carácter, pero la aventura del ingenioso hidalgo "no es ética, sino estética". Sus acciones "aparecen transfiguradas precisamente como destino".