La temporada de festivales en Barcelona empieza a moverse en el contexto del fin de semana del Orgullo LGTBI y bajo el paraguas de ‘Les Nits del Fòrum’, la programación que se desplegará a lo largo de todo el verano de la mano del Primavera Sound. Hablamos con La Prohibida, cantante y figura escénica encarnada por Luis Herrero, que abre hoy el cartel con su pop electrónico en alianza con Monterrosa, un doble concierto al que seguirá, mañana, el de Soraya y Sharonne.

—Trae su disco ‘Ruido, lanzado el año pasado y en el que su mezcla de pop y electrónica suena un poco más turbia e intimista. ¿A qué ruido se refiere?

—Al de las cosas de la mente. La canción dice todo lo que hay en tus ojos es ruido, pero todo está en tu cabeza; todo lo que nos aparta de lo que nos importa.

—Su lenguaje electrónico es muy europeo.

—Soy muy de italo-disco. Tuve mi época de Kraftwerk, pero ahora lo que hago es italo-disco al 100%. Es un género que me encanta, porque es muy frío y al mismo tiempo valoriza mucho las melodías. Eso para mí es fundamental. No concibo hacer canciones habladas o susurradas.

—Amanda Lear, ¿le dice algo?

—Es un icono. Lo suyo era más la música discotequera de su momento, pero también tiene una parte electrónica ochentera.

—¿Cómo fue a parar a esa canción llamada ‘La tristeza de ser electrón’, que en su día cantaron Antonio y Carmen, los hijos de Rocío Dúrcal?

—Su versión era muy bonita, con un tratamiento orquestal, y luego la adaptaron grupos como Papá Topo. Me encanta, tiene que ver con los polos que se atraen y se repelen. El autor de la canción es un profesor de física y química de la Complutense, Carlos Fernández Tejero, que hizo esa comparación superchula.

—Nacho Canut (Fangoria) y su hermano Mauro vuelven a participar en las composiciones.

—Ambos me han ayudado siempre, desde el primer disco, poniéndose a mi disposición de una forma muy generosa. El mejor estribillo del disco es el de ‘Cemento y hormigón’. En este disco yo no he compuesto nada. Tenía ganas de ocuparme solo de la producción, que ha sido un trabajo muy duro pero muy interesante.

—Su música tiene un potencial bailable, pero prima la melancolía. ¿Adónde quiere llevar a la gente con ella?

—Yo hago canciones sobre todo para escuchar. Me gusta que la gente se identifique con las historias, que en ‘Ruido’ son bastante grises y melancólicas. Este disco habla de utopías, de las fronteras en Europa... Empieza con la ‘Galaxia desierta’ y acaba hablando de construir un lugar utópico en ‘Cemento y hormigón’. Supongo que va de un lugar frío en el que tienes que enfrentarte a ti mismo y empezar a construir.

—Su carrera empezó en el 2001, y cuatro años después lanzó su primer disco, ‘Flash’. España ha cambiado un poco en ciertos aspectos. ¿Lo ha notado?

—Pues no sé, porque el mundo del arte está en una especie de limbo. Yo siempre he tenido público y trabajo, y no he notado mucho las diferencias.

—Pero el Día del Orgullo, por ejemplo, en el 2001 era mucho más ‘underground’.

—Es verdad, era más para minorías. El Orgullo empezó siendo una fiesta para unas decenas, o unos centenares, y ahora es una fiesta para todo el mundo, y vienen familias y niños. Hasta los niños saben lo que significa.

—Usted debe tener sus episodios de rechazos y desconciertos generados por su figura. ¿Cosas del pasado?

—La prensa y los medios han influido mucho en que todo eso cambiara. Ya un programa como ‘El diario de Patricia’, en los primeros dos miles, trataba todos los casos con la misma normalidad, ya fueran homosexuales, transexuales... Y era un programa de la tarde. Actualmente incluso los programas más reaccionarios ya tienen claro que hay cosas que hay que respetar.

—¿Se siente artista de culto?

—Más que de culto, me siento de serie B, y me encanta. Lo disfruto. No tengo pretensiones. He llegado más lejos de lo que esperaba. Y lo que esperaba era maravilloso, ¿eh? Una vida de transformismo, de cabaret, de salas de fiesta... Finalmente he logrado vivir de la música, que es lo que más me gusta. Pero el mundo también necesita estrellas de serie B. Somos muy importantes.

—No está en el ‘mainstream’, sino en una periferia, pero no en la marginalidad.

—No, marginal, para nada. Me siento artista independiente, por que no me ha quedado más remedio. No he tenido una compañía discográfica que se haya fijado en mí, y he tenido que montarme mi empresa, mi sello discográfico, y yo lo produzco todo.

—No tiene mánager.

—No, no, lo llevo yo todo.

—En el Fòrum podremos verla en un contexto de cierta liberación después de estos meses.

—He actuado en festivales multitudinarios y en bares de ambiente de callejón oscuro, y no tengo ningún problema. Soy la misma artista en todos los lugares. Lo que tengo que hacer es entretener. No soy nada elitista. Por eso me siento identificada con Fangoria. Cuando los conocí estaban en una época bastante indie, y ahora son masivos, pero tanto pueden ir a un programa de máxima audiencia como a la entrevista del ‘youtuber’ de Lavapiés.