Al más bien autocomplaciente aforismo de Sartre «el infierno son los otros», la ilustradora Luci Gutiérrez parece responder en Manual de autodefensa (Blackie Books) con un «el infierno es uno mismo». «El libro va de gente intentado manejarse en la vida, que es de una violencia y una agresión constantes, sobre todo por culpa nuestra -dice Gutiérrez-. Hay muy pocas cosas importantes en la vida, casi todo son tonterías, pero siempre estamos ahí flagelándonos con esas tonterías».

Admite Gutiérrez que tiende a ver «el lado negativo de todo», perspectiva que da lugar a hondas y limpias puñaladas en forma de dibujos, sin o con texto. Un par de ejemplos del capítulo titulado La familia con sangre entra. Una gallina (negra, para más información) aplasta en vez de incubarlo a su polluelo recién nacido. «Amor de madre», pone. Y el segundo: una sonriente mujer con sombrero y botas de cowboy ondea a modo de lazo el cordón umbilical que le sale de la vagina y en cuyo extremo exterior está... el bebé.

Tiempo propio

No siente Gutiérrez gran simpatía por la sagrada maternidad, diríamos. «Todas las ilustraciones se basan en lo que observo, pero a la vez es inevitable que reflejen mi experiencia -dice-. Yo no tengo hijos porque dejaría de poder ser yo. Mi meta es tener tiempo para hacer lo que me dé la gana».

¿Una postura egoísta? «Puede ser egoísta, sí, pero a la vez me parece lo más natural del mundo. La sociedad ve bien que sientas determinadas emociones mientras que otras debes ocultarlas. Tienes derecho a estar melancólico pero no a sentir celos o envidia».

Gutiérrez (Barcelona, 1977) ilustra semanalmente los textos de la sección Shouts & Murmurs de la revista The New Yorker, la meca de la ilustración. De este y otros trabajos de encargo escapa con los dibujos que va haciendo «sin ningún propósito» en cuadernos. De esos cuadernos salió English is not easy (Blackie Books), que ha alcanzado las ocho ediciones, y ahora ha salido Manual de autodefensa. «Dibujo sin saber qué voy a dibujar -explica-. Se me va ocurriendo sobre la marcha». Asombra esta afirmación a quienes tenemos las manos para poco más que ponerlas en los bolsillos, máxime porque sus gags son fogonazos de gran precisión, expresiones de ideas muy enfocadas. «Supongo que tengo conectado el cerebro con la mano y entre ellos van estableciendo un diálogo».

El resultado tiene una elevada tasa de brillantez. Un hombre camina decidido con una linterna de luz negra u oscuridad en una mano y le siguen dos personas que no parecen tenerlo tan claro. «Liderazgo», pone.

Autodefinición

El dibujo con el que más se identifica es el que abre el apartado Las buenas maneras nunca están de menos. En él vemos a una mujer que amaga una reverencia al tiempo que con el dedo medio de ambas manos dedica al mundo sendas peinetas. «Me veo muy ahí. Soy educada pero a la que puedo...», dice. El dibujo de marras también funciona en buena medida como resumen del trabajo de Gutiérrez: elegancia y mala leche.

Que reciben tanto hombres como mujeres, quizá un poco más las mujeres. «Normalmente dibujo más mujeres que hombres, seguramente porque las conozco mejor, pero lo cierto es que hay mucho que decir de ambos. El libro no está hecho desde una perspectiva de género, no da una visión feminista». Tal vez porque de miserias y ridiculeces andamos sobrados.